Revelaciones publicadas
La mayoría de los mensajes recibidos del más allá permanecen en las secretas profundidades de las sectas. Y muchos de los comportamientos anormales que observamos en ellas son provocados por seguir las directrices de estos mensajes divinos. Una gran mayoría de dirigentes sectarios se creen representantes de dios en la tierra porque poseen esta percepción extrasensorial. Se sienten elegidos para salvar al mundo, dios está con ellos, junto a ellos, hablándoles siempre que lo necesiten, cuando le hacen alguna consulta o le piden soluciones a los problemas. Las voces de más allá que se están recibiendo en la actualidad están dirigiendo las vidas de muchísimas personas, lo que supone dejar la dirección de la vida a merced de los profundos impulsos psicológicos de la mente humana.
Espero que a nadie le pille por sorpresa esta aseveración, pues voces que se recibieron en el pasado, y están archivadas en las sagradas escrituras de las religiones como grandes revelaciones, llevan dirigiendo la vida de gran parte de la Humanidad desde hace miles de años. Para muestra recordemos los diez mandamientos.
A un nivel personal, yo he observado a compañeros y compañeras de camino hacer auténticas estupideces por obedecer lo que su voz interior le había dicho, o la voz del médium de la secta le había indicado.
Yo nunca he recibido mensajes de este tipo; parece ser que los mandatarios divinos no se dignan a dirigirse a quien sospecha de su identidad, o quizás sea porque sencillamente tengo sintonizada mi conciencia en otra onda. Lo que sí he recibido han sido directrices o consejos del más allá a través de los médiums que los recibían. He de reconocer que al principio me impresionaron y me los tomé en serio, (era cuando todavía no tenía muy claro si provenían de allí o de las mentes de los de aquí); pero, a medida que estos se iban produciendo, los fui analizando minuciosamente, y empecé a observar en ellos unos defectos más propios de los humanos que de las entidades divinas que firmaban los mensajes. Cualquier persona un poco conocedora de la psicología humana puede descubrir en estos mensajes miserias humanas por muy divinas que se anuncien las retransmisiones.
Los creyentes en estos mensajes consideran estos defectos como fallos en las retransmisiones, como si se metiera la onda humana en la onda que nos llega de los cielos, y nos llegara todo mezclado. Según esta conclusión, es necesario limpiar de polvo y paja humana lo venido del cielo, lo que permite la manipulación y corrección a gusto del consumidor de los mensajes recibidos. Estos correctores se creen capaces de saber qué viene del sublime cielo y qué viene del miserable humano receptor del mensaje; quitan lo que no creen conveniente para la ideología sectaria, resuelven las contradicciones que pudiera haber en los mensajes, aclaran las vaguedades, y organizan los textos de tal forma que apenas se aprecia la caótica forma en la que se recibieron.
Los mensajes del más allá pueden quedar tan bordados y tan cargados de sublime divinidad, después de haber sido repasados por expertos, que en muchas ocasiones se decide publicarlos para presumir de que los dioses están de parte de quienes los publican, y para hacer un gran servicio a la Humanidad, por supuesto, mostrándole la nueva voluntad divina revelada.
Un cálculo intuitivo nos dará la cifra aproximada de un uno por mil de mensajes publicados entre los recibidos a un nivel mundial. Esto nos puede dar una idea de la enorme selección, depuración y criba que sufren los mensajes antes de ser mostrados al público. La secta o el individuo que publica esos mensajes nos permitirá leer exclusivamente lo que desea que leamos. Hay excepciones, en algunos casos se publica el texto íntegro de lo recibido, pero son casos excepcionales.
Como venimos diciendo, en las realidades virtuales espirituales se escenifican todas las realidades de nuestras profundidades, las malas y las buenas. Y entre estas últimas se encuentra toda la gloria humana, representada en los dioses, sublime espiritualidad del hombre, divinidad que, como habitualmente no nos atrevemos a considerarla nuestra, nuestra mente nos la ofrece encarnada en las deidades o en las entidades espirituales positivas, que pueden enviarnos sublimes mensajes de amor y de paz. Si se realiza una criba de los mensajes del más allá, desechando las miserias humanas ―dentro de lo que cabe― pueden quedar unos textos gloriosos, de tan elevada espiritualidad que no tienen nada que envidiar a las antiguas escrituras.
Ahora bien, existe un problema con este tipo de literatura, y es un problema grave: Si se cree que los autores de estas obras están en el más allá ¿Qué hacemos con los derechos de autor? No existe legislación al respecto. En la mayoría de las ocasiones los médium que reciben el mensaje no quieren saber nada del copyright, ellos no se siente los autores de unos mensajes que en muchas ocasiones los reciben de forma inconsciente. Al final suele hacerse cargo de los derechos de autor la secta a la que pertenece el médium. Cada propietario o grupo de propietarios de la escritura hace lo que le da la gana a la hora de presentar su libro sagrado al publico, ocultando muy a menudo algunos de sus aspectos más importantes, engañando así al lector.
Por ejemplo: yo estuve estudiando los libros de un maestro espiritual que vivió allí por el siglo de oro; pues bien, después de llevar años estudiándolo me enteré de que esos libros no habían sido escritos por el susodicho maestro sino que habían sido canalizados, enviados desde el más allá a sus discípulos favoritos que andaban por aquí hará unas cuantas décadas. Esto se da muy a menudo. Es posible que una persona se lea un montón de libros de algún maestro virtual espiritual sin que se entere de que no está leyendo un libro normal, escrito por una persona normal en sus plenas facultades mentales. Esto es un fraude muy grave. Los legisladores deberían de preparar una normativa legal para este tipo de escritura, donde se obligara a especificar de qué forma se ha recibido del más allá el texto, cuándo y quién lo ha recibido, qué personaje espiritual supuestamente lo ha enviado, y quién lo ha cribado y retocado. Es una pena que grandes obras espirituales se presenten al público con engaños, disimulando su auténtico origen.
Revisando un catálogo de una librería esotérica he comprobado con alegría que las cosas pueden empezar a enmendarse, he observado que a este tipo de literatura se le ha puesto nombre de “narrativa de canalización”. Con este calificativo se da a entender que el narrador, cuando escribe, es un canal de alguna fuerza o entidad espiritual. Esta es una forma de empezar a poner las cosas en su sitio. Pero anunciar que se trata de un texto canalizado, es decir solamente una parte de lo que habría que decir. En otra ocasión me recomendaron leer un voluminoso libro canalizado en el que se anuncia claramente que se trata de un libro inspirado por una voz interior; pero no se especifica de quien es esa voz; y muchos de los que nos entusiasmamos con él, nos enteramos con sorpresa, cuando ya llevábamos tiempo leyéndolo, de que era el mismísimo Jesucristo quien había dictado semejante volumen. Esto no es serio, ya en la portada debería de haberse anunciado el importante dato de su hipotética procedencia.
Mi admiración hacia quienes están perdiendo el miedo a anunciar los mensajes del más allá como lo que son. Los devotos de la virgen María son de los que menos vergüenza tienen para publicar los mensajes de su señora. Las apariciones de Lourdes y Fátima sentaron un precedente que quita el miedo al ridículo a todo aquel que desea publicar lo que la virgen le está diciendo a él personalmente.
Los aficionados a los extraterrestres también le están perdiendo el miedo a anunciar sus canalizaciones. Pero muchos de ellos no lo hacen muy abiertamente. Como los escenarios de estas realidades virtuales son como mundos y universos de ciencia ficción, donde no hay dioses ni ángeles ni demonios, solamente extraterrestres más o menos evolucionados, da la impresión de que este tipo de percepciones de los mensajes del más allá son diferentes a los de las religiones. Los libros así canalizados se camuflan entre las obras de creadores de ciencia-ficción. Estos mensajes no se anuncian como revelaciones religiosas sino como transmisiones de mensajes telepáticos, lo que da la impresión de que no se trata de un fenómeno religioso, cuando en realidad tienen las mismas características, incluidas las visiones. Hoy en día es tan corriente que la gente se reúna para presenciar una aparición de la virgen anunciada a través de una revelación, como para presenciar un avistamiento de un ovni anunciado a través de mensajes telepáticos. A la juventud le fascina esta nueva moda de relacionarse con el más allá, creen que es realmente nueva, cuando en realidad sus cimientos son tan viejos como el mundo.
Estas revelaciones que se esconden entre la literatura de ciencia-ficción son otro motivo que hace necesaria una legislación que evite el engaño. En todo libro de este tipo se debe de especificar cómo ha sido inspirado su contenido. Todo lector tiene derecho a saber si se trata de una obra de ciencia-ficción, creación de un escritor, o si se trata de mensajes recibidos, por el método que sea, desde más allá de las estrellas. Tenemos derecho a saber qué estamos leyendo, y el editor tiene la obligación de anunciar las características especiales de lo que vende.
No se cesan de anunciar los beneficios de la lectura: se dice que la cultura nos hace libres, el conocimiento nos amplia la mente, los libros se anuncian como algo esencial para el hombre moderno; pero, si son motivo de engaño, del tipo que estamos denunciando, no ayudan en nada a nuestra libertad.
Repito que existen obras reveladas exquisitas, ahí están las antiguas escrituras. Y entre las modernas sucede otro tanto. Estas obras tienen un tremendo atractivo en sí mismas, no hay porque avergonzarse ni ocultar su procedencia, eso es un fraude intelectual, un engaño a los lectores. En todos los casos se debe de conocer que esas obras no fueron escritas por personas en plenas facultades mentales, sino que fueron dictadas desde donde sea y como sea a una persona sumida en un estado de trance. La diferencia entre estos escritos y los normales es tan enorme que siempre debería de notificarse en la portada el tipo de libro que es. Un escritor no es libre cuando está recibiendo un mensaje del más allá, en realidad no es un escritor, es sencillamente un receptor de algo que llega a su mente o a la mente del médium que lo recibe. Y un lector no es realmente libre si no sabe si está leyendo la obra de un escritor o la obra canalizada por una persona que no tiene nada de escritor.
Espero que los legisladores no tarden en solucionar este atentado contra la libertad intelectual de los lectores.
Puede argumentarse que no es necesaria tal legislación porque es muy pequeño el número de volúmenes editados de este tipo; pero, aunque sean pocos, su impacto psicológico en el individuo que cree en ellos es enorme, tan importante que incluso puede poner en peligro su vida, como veremos más adelante. Son pocos los volúmenes declarados como tales, pero si desenmascaramos los que no están declarados abiertamente su contenido como procedente de una revelación, su número aumentaría enormemente. Y, además, conviene prevenirnos de la avalancha que se avecina de nuevas ediciones de este tipo de literatura. Todo parece indicar que se está produciendo un aumento de libros canalizados por los más variopintos personajes del más allá. Es la consecuencia de la enorme cantidad de mensajes que se están recibiendo en el seno de las sectas y de la libertad de expresión que nuestra civilización permite. Ahora solamente es necesario que, cuando vayamos a una librería, se respete nuestra libertad de elección y no se nos engañe vendiéndonos algo que no queremos comprar. Urge una severa legislación al respecto.