La ruptura de lazos emocionales

Es en el nivel emocional donde se produce la mayor actividad en el seno de las sectas, y a al vez es también donde se producen un mayor número de manipulaciones y engaños.  La actividad en este nivel humano es de tal importancia que determina ―en un elevado porcentaje de individuos― el introducirse en la secta, la permanencia en ella o su abandono.  Mientras el balance emocional del adepto sea positivo, éste no suele tener inconvenientes para permanecer en la secta disfrutando de las buenas emociones que las relaciones con sus hermanos espirituales y con sus deidades le proporcionan; pero, en cuando empiece a tener sentimientos negativos frecuentemente, será entonces cuando probablemente decidirá abandonar el mundo sectario, y será entonces cuando correrá los mayores riesgos que pondrán el peligro su integridad personal.

El proceso de salir de una secta tiene muchos puntos en común con el  proceso de divorcio de una pareja.  Es un cambio ciertamente peligroso que exige tomar todas las precauciones posibles para correr los mínimos riesgos a la persona que ha elegido separarse.  Los ataques entre aquellos que fueron amantes pueden ser brutales.  Y aquellos que se consideran personas espirituales, que no se permiten manifestar agresividad alguna (visible), pueden caer en una especie de agresividad inconsciente, mucho más dañina que si se dedicaran a dar puñetazos.  La amenaza de caer en los infiernos eternamente es un claro ejemplo habitualmente utilizado por las religiones tradicionales para todo aquel que desea divorciarse de ellas.  Pero, como en muchas de las nuevas vías sectarias, ya no existe tal castigo divino, utilizan argumentos semejantes destinados a asustar a todo aquel que se le ocurra abandonarlas. 

Este tipo de amenazas no sólo es un método para evitar que los adeptos se vayan de las sectas, es también un ejercicio de autoafirmación.  Tengamos en cuenta que el ambiente sectario y su doctrina, para quienes creen en él, es una panacea, regalo de los dioses.  Si alguien que ha vivido esas glorias las abandona, no puede haber duda alguna de que ha sido engañado por algo, atrapado por el mal, seducido por el demonio, etc.  La persona que ha elegido ser libre puede tener serios problemas si se sigue relacionando con sus antiguos “hermanos”.  Es muy aconsejable abandonar totalmente a la vieja familia sectaria, algo que puede llegar a costar gran esfuerzo y mucho dolor.  Tengamos en cuenta que el adepto, en la mayoría de los casos, abandonó a sus antiguas amistades para sustituirlas por las sectarias, y ahora, al abandonarlas, se encuentra en la soledad más absoluta; de ahí que muy a menudo se pretenda continuar manteniendo la amistad con miembros de la secta abandonada, lo que no es nada recomendable, pues es muy difícil continuar manteniendo una amistad con quien te considera encarnación del peor mal de la tierra.

Mientras el adepto continúe manteniéndose en la secta, aunque se sienta muy mal en ella, no habrá problemas de relaciones con el resto de los miembros.  Continuarán halagándole, ensalzando sus virtudes, minimizando sus defectos o sus dolencias, y dándole ánimos para seguir adelante en el caso de que flaquee su fe.  Pero, en cuanto haga saber su decisión irrevocable de abandonarlos, será calificado de cobarde incapaz de soportar el sufrimiento que todo camino espiritual exige.  Abandonar su camino perfecto es algo que difícilmente le perdonarán.  Le echarán en cara todo lo que hicieron por él y ya no le engrandecerán sus virtudes, ahora le harán ver sus defectos engrandeciéndoselos.  “Has sido atrapado por las fuerzas del mal” le dirán sus cofrades.  Los videntes, los entendidos del grupo, le dirán que ha sido presa del tipo de mal que ellos quieran inventarse.  Si en la secta se reciben mensajes del más allá, seguro que habrá más de uno, dedicado a quien quiere abandonarlos, avisándole de los terribles peligros que corre si lo hace.  Tendrán un elevado poder de sugestión sobre quien quiere irse del grupo, pues utilizarán todo tipo de argumentos espirituales en su contra basados en las enseñanzas que se le transmitieron mientras estuvo en la secta.  Hasta es posible que pretendan hacer un exorcismo con quien los abandona por libre elección; esto nos da una idea del horroroso concepto que pueden llegar a tener de él.

Como consecuencia de mi deambular por las sectas durante muchos años, la mayor parte de mis amistades se forjaron en su seno.  Y, después de abandonar las comunidades, en muchas ocasiones realicé grandes esfuerzos por mantener estas relaciones dentro de una normalidad, pero casi siempre resultó un gran fracaso, aun con aquellas personas que mantenían una cierta proximidad conmigo por circunstancias ajenas al mundo sectario.  En la actualidad todavía mantengo alguna pequeña relación de amistad con miembros de sectas, y siempre tiene que haber un gran distanciamiento entre ellas y yo, pues ellas continúan considerándome una persona enferma, afectada por algo semejante a un virus mortal muy contagioso.  Como se podrá comprender ese tipo de relaciones son insostenibles.

Aunque por cortesía los sectarios disimulen su creencia en el mal que, según ellos, padece todo aquel que les abandona, e intenten amar a quienes les dejan, el amor hacía sus creencias superará a su hipotético amor al prójimo; sobre todo si ese prójimo es quien ya no les va acompañar en su caminar espiritual.  Puede ser tan fuerte su aversión hacia esa persona que  ésta no puede evitar percibirlo y sentirse muy incómodo en su compañía.  Es difícil no darse cuenta cuando te miran con malos ojos conocidas amistades.  En el momento que se comunica la rotunda decisión de abandonar la secta, se pasa de ser un hermano angelical a ser un temido demonio.

Esto es muy doloroso vivirlo, y es necesario reconocerlo, aunque cuando uno se mete en una secta no suele pensar en los problemas que podrá tener el día que decida abandonarla, si es que algún día lo decide.  Algunas sectas, que yo no he tenido la desgracia de conocer, persiguen al adepto que quiere dejar de serlo hasta el punto de acosarlo constantemente para intentar convencerle de que corrija el error que según ellos está cometiendo.  No se trata de una sádica persecución, se guían por los “buenos sentimientos” de intentar salvar su alma.  Las hay que hasta secuestran al enfermo de ansias de liberación con la intención de mantenerlo en una cuarentena que le cure del mal de libertad que padece.

El momento de abandonar una secta es tan delicado y peligroso que yo aconsejo concluirlo cuanto antes para no alargar un proceso que puede convertirse en una agonía.  Aunque resulte muy doloroso y nos encontremos en la calle más solos que la una, un portazo puede ser muy aconsejable.  No se puede tener consideración con quienes no la van a tener con nosotros.

Y para sobrellevar la soledad y el síndrome de abstinencia emocional que podemos llegar a padecer, podemos hacer lo que habitualmente hace una persona recién divorciada:  acudir a un psiquiatra o buscarse otro tipo de relaciones que compensen lo perdido.  Como he aconsejado en el capítulo anterior, una buena idea es meterse en uno de esos grupos de trabajo interior menos radicales, más permisivos con la libertad del hombre.  Pero teniendo sumo cuidado en la elección, no vaya a ser que vayamos de mal a peor.

Los centros de psicoterapia y de enseñanzas dedicadas al crecimiento integral de la persona, son los más adecuados para superar el síndrome de abstinencia emocional, en ellos podemos relacionarnos de nuevo y continuar respirando cierta atmósfera sagrada.  Teniendo siempre presente que tras ellos puede esconderse una fanática secta.  Elegir un centro de crecimiento personal que funciona como una academia, con sus horarios, cursos, cursillos, niveles de enseñanza y precios, es una garantía de que se nos va a respetar la libertad de abandonar la enseñanza cuando queramos como quien abandona otro tipo de estudios académicos.  Es un buen paso para abandonar definitivamente los niveles más duros de las sectas. 

 

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