Presentación

 

Cuando los populares ámbitos culturales de nuestra civilización no satisfacen plenamente nuestra sed de conocimiento, y estamos dispuestos a aumentar nuestro saber más allá de los cánones establecidos, es habitual recurrir a otros medios especiales de enseñanza que nos ayuden a traspasar las barreras del saber tradicional.  Entre estos medios didácticos se encuentran las sectas, escuelas dispuestas a desvelar grandes misterios y a dar repuesta a las grandes preguntas transcendentales que siempre se ha hecho el hombre.

Lamentablemente, las personas que eligen una secta para satisfacer su natural impulso de aprender, suelen encontrarse con problemas extraordinarios, con situaciones imprevisibles, e incluso pueden correr graves peligros.  De tal forma que sus expectativas de aprendizaje, además de resultar frustradas, pueden convertirse en un sinfín de inesperadas desgracias.  Riesgos favorecidos por la notable falta de información que el ciudadano medio tiene de lo que realmente sucede en el interior de las sectas,

 A pesar de que en los últimos años se está prestando una atención especial al fenómeno sectario, apenas disfrutamos de informaciones precisas, equilibradas y objetivas.  Frecuentemente, cuando la información no nos llega a través de un descarado proselitismo, son exmiembros de sectas los que nos transfieren testimonios nublados por sus resentimientos, o son comentaristas que a priori descalifican toda actividad sectaria, influenciados por la mala fama que las sectas tienen en nuestra sociedad.  Informaciones muy a menudo tan superficiales que no llegan ni a mostrarnos la punta del iceberg de lo que realmente se vive en el interior de estas asociaciones. 

“Paseo por el interior de las sectas” pretende cubrir el vacío informativo que existe entre las posturas extremistas de los fanáticos creyentes y la dura oposición de los detractores intransigentes con toda forma de asociación esotérica o religiosa poco corriente.  La lectura de este libro invita a recorrer las sendas que conducen a los ocultos parajes sectarios, examinando los detalles más importantes de los diferentes caminos, estudiando el mundo esotérico con profundidad, de forma imparcial, sin pasiones cegadoras ni deslumbrantes fanatismos.  Pero, siempre, con el primordial objetivo de informar sobre los peligros y engaños que tanto abundan por esos caminos del alma.  Pues, si no evitamos los peligros, y desenmascaramos los espejismos, mal vamos a reunir las condiciones necesarias para explorar, con un mínimo de calidad, un territorio tan desconocido.

Dos fueron los impulsos más importantes que me llevaron a lo largo de treinta años a recorrer diferentes sectas: por un lado, el hecho de que las enfermedades no me abandonaran desde la infancia, me obligó a buscar otros métodos de curación diferentes a los que proporcionaba la medicina oficial; y, por otro lado, una intensa llamada mística durante la adolescencia, me afectó de tal manera que no he cesado durante toda mi vida de sondear en la dimensión espiritual, con la intención de arrojar luz sobre los misterios escondidos en el  interior del hombre.

Los logros conseguidos en la dimensión espiritual son difíciles de pesar y de medir.  Lo aprendido me sirve para llevarme medianamente bien conmigo y con los demás, y a disfrutar de un grado de felicidad de lo más normal.  A pesar de haber pasado tanto tiempo en las incubadoras sectarias, no puedo presumir de los grandes éxitos espirituales que tanto se anuncian en las sectas.  Lo más sustancioso, probablemente, sea todo lo que he llegado a observar y a experimentar, conocimientos de los que pretendo dejar detallada constancia en este libro. 

Los logros conseguidos en la dimensión material ya son más tangibles.  Bien puedo decir que evité la muerte gracias a las enseñanzas curativas naturistas y esotéricas.  Cuando, allá por mi juventud, la medicina oficial no me daba muchas esperanzas de vida, fue a través del yoga como inicié una recuperación que más tarde fue completándose con el uso de otras disciplinas esotéricas y medicinas alternativas; hasta que conseguí abandonar mi fatalidad enfermiza.  Y, aunque no haya conseguido fortalecer totalmente mi constitución física, ―pues nunca conseguí abandonar la delgadez― disfruto habitualmente de buena salud.

Por supuesto que treinta años no es tiempo suficiente para que una persona experimente al detalle todo el abanico de posibilidades que nos ofrece el mundo de lo oculto, aunque se esté introducido en varías sectas simultáneamente durante algunos años, como fue mi caso.  Las limitaciones que impone la integridad psíquica del estudiante impiden realizar estudios excesivamente intensivos.  Al ser el laboratorio de experimentación uno mismo, resulta muy peligroso realizar varios experimentos simultáneos dirigidos por métodos de trabajo dispares.  Riesgo que no llegué a correr, pues mis intereses personales me llevaron a seleccionar sectas de enseñanzas no excesivamente contradictorias.

A causa de esta selección circunstancial, no podré hablar ―con la propiedad que avala la experiencia― de las sectas de origen satánico, asociaciones que no tuve el “gusto” de conocer.  Por lo tanto, no entraremos en minuciosos detalles sobre la magia negra, aspecto esotérico ignorado por la gran mayoría de las vías espirituales que recorrí; mas ello no nos impedirá observar el lado oscuro del ser humano.  Las tenebrosas sombras de nuestras profundidades siempre se manifiestan en cualquier camino esotérico, aunque éste sea un camino de luz.

También excluiremos del minucioso análisis a las sectas de carácter religioso-militarista.  La violencia es otro mal del que huyen la mayoría de los modernos caminos espirituales occidentales, por lo tanto, no me tocó fomentarla; aunque, como veremos más adelante, no tendremos otro remedio que estudiarla, pues nos la vamos a encontrar de frente incluso en los más sosegados senderos de paz.

A pesar de mis limitaciones experimentales, no nos vamos a privar de estudiar el espíritu humano en gran parte de su extensión.  Los temas que pretendemos analizar son de una amplitud tan extensa y profunda que difícilmente se nos escaparán aspectos importantes del alma humana.  Tan extenso es nuestro temario de estudio que nos veremos obligados a condensar en su esencia todos los temas que vamos a tratar, pues, si no lo hiciéramos así, sería imposible incluirlos en un solo volumen.  Cada capítulo de este estudio trata un tema del que se podrían escribir varios libros, por lo que nos vamos a ver en la obligación de resumirlos al máximo.  Procurando que no se nos quede nada de suma importancia en el tintero, evitaremos perdernos en los minuciosos detalles de cada caso particular y procuraremos realizar los comentarios indispensables sobre personas concretas o determinados grupos.  Generalizar ―además de evitarme algún que otro disgusto― nos va a permitir hablar sin trabas de todo lo que podemos encontrarnos en estos mundos ocultos, y nos ayudará también a enfocarnos en lo esencial, a tener una visión global y consistente de los fenómenos más importantes y frecuentes que nos encontraremos.  Extraordinarias pautas de comportamiento se repiten con asombrosa asiduidad en estas sociedades sean del color que sean.  Ya se adore a un dios o a otro, muy a menudo solamente varía de una secta a otra el grado de intensidad y de calidad con que viven sus experiencias.  Por lo tanto, nos enfocaremos en la esencia de las cosas. 

Para el materialismo occidental no hay otro mundo más propicio para andarse por las ramas que el espiritual, su carácter volátil invita a convertir el pensar en ave soñadora perdida en un bosque de ilusiones.  Resulta habitual centrar la atención sobre las sectas en frivolidades acerca de sus personajes o en llamativos aspectos de escaparate de sus doctrinas, sin prestar atención a lo que realmente está sucediendo en el interior de esas personas que las componen.

Hemos de ser más rigurosos de lo que hemos sido hasta ahora en el momento de emitir juicios o sacar conclusiones.  La mente humana es ciertamente compleja y profunda, y nuestra espiritualidad apenas la conocemos.  Siglos y siglos de culturas manipuladas por intereses religiosos en el poder nos ha privado de una visión objetiva del fenómeno espiritual del hombre.  El estudio serio de la diversidad de sectas actuales, que emergen en nuestra civilización, es indispensable para acercarnos al conocimiento del espíritu humano.  Las sectas están compuestas por personas que precisamente están comprometidas con su interior, experimentando con su alma. 

Rigurosidad y objetividad serán dos objetivos a los que intentaremos aproximarnos en lo posible en este nuestro paseo por las sectas.  Y digo en lo posible porque, en el mundo espiritual, el cientificismo al que estamos acostumbrados los occidentales, en otros diferentes temas de estudio, no se puede aplicar contundentemente cuando estudiamos el espíritu humano.  Las arenas movedizas, los espejismos, y la imposibilidad de utilizar un sistema de pesas y medidas de magnitudes homologadas, en ocasiones hacen desesperarse al intelectual que busca explicaciones concretas para situaciones determinadas.  Muchas veces habremos de conformarnos con retener la mirada allí, hasta donde nos alcance la vista, e intentar describir lo que vemos, y quizás añadir algún tímido comentario o sacar alguna atrevida conclusión.  Si conseguimos el difícil equilibrio entre el andarse por las ramas y el radicalismo fanático, me daré por satisfecho.  Un cierto toque de informalidad nos hará más ameno el esfuerzo que nos exigirá mantenernos en tan difícil equilibrio.

No soy poseedor de ningún título ni medalla a pesar de haber dedicado gran parte de mi vida al estudio de nuestros mundos interiores.  No me considero maestro de nada ni de nadie, quizás porque en vez de dedicarme a acumular conocimientos en una doctrina determinada, y a alcanzar en ella alguna elevada categoría, me he dedicado a caminar por los mundos esotéricos, observando todo lo que se ponía a mi alcance, y aprovechándome de aquello que consideraba bueno para mi persona; interesándome en unos casos por una doctrina y en otros por otra.

En la actualidad no pertenezco a ninguna secta en concreto, a pesar de haber pertenecido a muchas de ellas.  No soy muy bien visto por mis antiguos “hermanos”.  La mayoría de las sectas se consideran insuperables en sus funciones aquí en la Tierra, y no entienden muy bien que me haya alejado de ellas ―para acudir a la competencia en muchas ocasiones― después de haber probado sus insuperables glorias divinas.

La verdad es que, desde el punto de vista de estos grupos de trabajo espiritual, mi aprendizaje se puede considerar un fracaso.  Ya me vaticinaban que con tanto cambio de doctrina, de ambiente religioso, de terapia, no iba a obtener buenos resultados espirituales.  Y cierto es que algo de razón llevan, cambiar de método didáctico puede perjudicar un aprendizaje determinado; pero también ofrece, a la persona que así se comporta, un análisis comparativo entre escuelas difícil de conseguir de otra manera, a la vez que nos descubre aspectos de nuestra mente muy difíciles de descubrir por las personas que se dedican de por vida a un mismo camino espiritual o religión.

Recorrer diversos caminos espirituales también puede ayudarnos a ser imparciales en nuestras conclusiones.  Procuraremos no emitir juicios bajo el prisma de ninguna doctrina, filosofía o religión.  Ésta será una de nuestras metas más importantes: evitar los abundantes partidismos divinos que observaremos en nuestro paseo por el interior de las sectas.  No nos resultará fácil, pues, como veremos, el fanatismo nos esperará detrás de cada recodo del camino.

Con este libro espero satisfacer, con cierto grado de calidad, la curiosidad de aquellas personas que se interesan por todo aquello que sucede en estos grupos o sociedades.  Es mi intención aportar mi granito de arena a la creciente demanda de información sobre las sectas de nuestra sociedad, procurando extenderme en aquellos aspectos importantes que se ignoran en las informaciones que habitualmente se dan sobre el tema.

Este libro también puede utilizarse como una introducción o una guía para quienes deseen adentrarse en el mundo del ocultismo o para quienes ya están en su seno.  Y, los detractores de las sectas, aquí encontrarán argumentos más que suficientes para documentar al detalle sus típicas condenas al fenómeno sectario.  En las dimensiones espirituales suele suceder que cada uno encuentra lo que busca. 

Espero abordar con el mayor grado de imparcialidad que esté en mi mano la escritura de este libro.  Siento desengañar a quienes esperen de mí una férrea postura a favor o en contra de las sectas en general.  A pesar de que pueda dar a entender que estoy en algunas ocasiones a favor de ellas cuando hable de sus gozos, o en contra cuando informe de los engaños y peligros que se dan en su seno, no estaré sino informando fríamente de lo que sucede en su interior.

En la actualidad, como en cualquier otro periodo histórico, las sectas son condenadas por la sociedad dominante en la mayoría de los países del mundo; más por tradición, o como defensa de determinados intereses, que por un conocimiento de lo que realmente sucede en el interior de ellas.  Nuestro nivel cultural nos exige informarnos más adecuadamente antes de emitir juicios, aunque tengamos que hacer un esfuerzo intelectual extra, pues el estudio de las sectas nos obliga a profundizar en el ser humano.  Nuestro paseo por el interior de las sectas es también inevitablemente un viaje a nuestro interior.  Los temas que aquí tratamos son difíciles de entender.  Y los idiomas, sobre todo los occidentales, no están diseñados para definir todos los matices espirituales que un ser humano puede llegar a experimentar.  Faltan palabras en nuestros diccionarios, y las que tenemos a duras penas podemos utilizarlas correctamente para describir con claridad los fenómenos esotéricos.  Aun así intentaremos detallar lo mejor posible aquello que nos iremos encontrando en nuestra exploración de los mundos espirituales.

Teniendo en cuenta que no serán las dificultades idiomáticas el principal obstáculo para entender este libro.  En muchas ocasiones no podré hablar tan claro como quisiera, para evitar en lo posible herir susceptibilidades, y, sobre todo, para evitar desatar ―por la cuenta que me tiene― la temible “furia mística” que experimentan algunos creyentes cuando se cuestionan sus creencias.  Aunque sé que no siempre podré conseguirlo por completo.  Ya el abordar con lógica humana los grandes misterios divinos será un sacrílego atrevimiento para muchos creyentes.  Como también lo será la decisión que me he visto obligado a tomar de escribir la palabra dios siempre con minúscula para salvaguardar la imparcialidad de este estudio.  Las reglas ortográficas nos dicen que habremos de escribir con mayúscula la palabra dios y sus atributos, siempre y cuando nos refiramos al dios verdadero.  Sin embargo, en nuestro pasear por el interior de las sectas, nos vamos a encontrar con tal cantidad de dioses diferentes, considerados verdaderos por sus seguidores, y vamos a tratar tantos de sus aspectos y atributos, que yo me siento impotente para saber cuando hay que hacer uso de las mayúsculas y cuando no. 

Conviene recordar que nuestra lengua nació bajo influencias religiosas totalitarias que no dejaban lugar a dudas ortográficas.  Nunca nos cupo ninguna duda de qué deidad tendríamos de escribir con mayúscula y cuales no, (entre otras cosas porque si alguien se atrevía a dudar le cortaban la cabeza).  Pero, si hemos de ser objetivos e imparciales en el presente estudio, no debemos de hacer uso de estas normas ortográficas interesadas.  Sé que esta decisión puede escandalizar a muchos creyentes, pero si no lo hiciésemos así también se escandalizarían, pues les resultaría ofensivo si escribiéramos con mayúscula la palabra dios cuando nos refiriéramos a otra deidad infinita no reconocida por ellos.  Lamento tomar esta decisión por la incomodidad que puede llegar a crear.  Probablemente sean los ateos los únicos que estén satisfechos con esta medida ortográfica.  Con ello no estoy haciendo una defensa del ateísmo, sencillamente estoy abogando por un idioma espiritual imparcial al relatar todo lo que nos vamos a encontrar en nuestro camino.  Lamentablemente, es muy probable que muchos ateos también se sientan indignados al leer estas paginas, pues, aunque escribamos la palabra dios con minúscula, no negamos la existencia de la divinidad.

Y ya, para concluir esta presentación, mostrar mi agradecimiento a todos los maestros, gurús, instructores, sacerdotes, sanadores, y predicadores que me han transferido sus enseñanzas; y, a la vez, pedirles disculpas por hablar de ellas en este libro; así como también pido perdón por atreverme a comentar aspectos íntimos tanto de ellos como de sus sociedades.  Ruego también se me disculpen las audaces conclusiones que en ocasiones me atrevo a formular.  No es muy típico en las sectas que los acólitos cometan semejantes osadías.  Lamento violar el servilismo intelectual del que ―como buen sectario― siempre hice gala.  Actúo así con la esperanza de que mi atrevimiento sirva para arrojar un poco más de luz sobre las inmensas sombras que invaden los caminos espirituales.

 

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