Las medicinas alternativas
Los sistemas de curación, que se encuadran en las llamadas medicinas alternativas, se encuentran entre la sanación y la medicina oficial; unas se aproximan a las técnicas curativas comentadas en los anteriores capítulos, y otras se acercan a la medicina oficial debido a la rigurosidad y seriedad de sus procedimientos curativos. Entre estas últimas se encuentran la acupuntura, la homeopatía y la osteopatía; incluidas en el cajón de sastre del naturismo por tratarse de métodos curativos llamados naturales, en los cuales también se incluyen otras diferentes terapias que utilizan elementos de la naturaleza, como son las famosas plantas medicinales, el agua, el barro, dietas vegetarianas, macrobióticas, el ayuno, etc.
Los médicos naturistas han tenido una gran aceptación en los últimos años. Pero sucede que en muchos de los países desarrollados no están regulados oficialmente, lo que propicia que cualquiera pueda colgarse un título de una especialidad sin apenas haberla estudiado, a pesar de que muchas de estas disciplinas terapéuticas necesiten ser estudiadas durante años, como si de unos estudios universitarios de medicina se tratara. Por lo tanto, nos podemos encontrar con doctores titulados en la misma especialidad pero con grados de estudio muy diferentes: mientras unos han conseguido su título a base de hincar los codos durante años, a otros se lo han podido dar en un par de cursillos. Para solventar este problema de diferencias, estas nuevas vías de medicina alternativa tienen sus propias titulaciones, donde queda bien claro el nivel de estudios del especialista. Pero, como estos niveles no son de dominio público, la persona que busca curación suele dejarse guiar por el título genérico de la disciplina sanadora sin prestar atención a estos detalles, por lo que es frecuente terminar en manos de un inexperto.
No olvidemos ser muy precavidos a la hora de elegir a un terapeuta de este tipo. No podemos dirigirnos a él con la misma confianza que cuando vamos a un médico oficial. Hay que esmerarse en leer la letra pequeña de todos los títulos que puede llegar a ostentar el sanador en la pared del despacho de donde pasa la consulta: conviene recordar que un solo título, que avale unos estudios de varios años, es mucho más valioso que un montón de títulos conseguidos en cursillos de fines de semana. Y si el terapeuta está doctorado en medicina, es médico oficial, mucho mejor; pues aunque esto no nos garantice que sea un buen profesional de la medicina alternativa que practique, al menos tendrá unos estudios universitarios que le habrán enseñado una ciencia valiosísima a la hora de jugar con nuestra salud.
A diferencia de cuándo el naturismo irrumpió en nuestra sociedad, en guerra con la medicina oficial, en la actualidad ya se están calmando un poco las aguas, e incluso se puede hablar en muchos casos de sabias alianzas para beneficio nuestro. La medicina tradicional tomó buena nota de las furibundas críticas que el naturismo hizo sobre ella hace unas pocas décadas, y una vez corregidos muchos de sus errores, incluso ha sido capaz de aliarse con su fiero enemigo, tomando de él lo más esencial de su filosofía naturista. Y, a su vez, el naturismo ha hecho otro tanto: envainada su espada pendenciera, está aprovechando los indudables conocimientos de la medicina científica para enriquecer su ideología naturista.
Hace treinta años, mi condición de persona enfermiza, me obligaba a recibir frecuentemente tratamientos de la medicina oficial. La frecuente ingestión de fármacos, de dietas erróneas y de intervenciones quirúrgicas, a la vez que me estaban curando de mis enfermedades, me generaban otras que mi debilitado organismo apenas podía soportar. La abundante administración de fármacos, en especial de antibióticos, estuvo a punto de acabar con mi vida.
Guiado por el instinto de supervivencia, acudí a las medicinas alternativas (incluido el yoga), que progresivamente terminaron por devolverme la salud. Entre sus consejos “naturales” me decían que huyera de la medicina oficial como si de la peste se tratara. Algo que no dudé en llevar a efecto, a pesar de que me creaba algunos problemas, porque cuando caía enfermo y necesitaba la baja laboral, tenía que acudir al médico de la Seguridad Social. Al final, durante los años que duró mi rehabilitación naturista, estuve acudiendo a la consulta médica oficial exclusivamente para recibir la baja laboral cuando la necesitaba; el tratamiento que me ponía el doctor no lo seguía, y las medicinas que me recetaba las tiraba a la basura. A la vez que seguía el tratamiento de médico naturista que me estuviera tratando en ese momento.
En la actualidad las cosas han cambiado notablemente, la medicina oficial ha corregido muchos de sus errores, de tal forma que hoy no dudo en acudir a mi médico de cabecera de la Sanidad Pública y seguir su consejo cuando tengo alguna dolencia, pues observo con alegría cómo me receta alguno de aquellos viejos consejos de nuestras abuelas, muy naturales, cuando no es necesario intoxicarse con medicación alguna.
Es de agradecer la influencia de naturismo que la medicina oficial ha permitido colarse en su vieja rigidez científica. A la vez que también es de agradecer la merma del fanatismo en las filas naturistas.
En los primeros años de guerra entre la medicina oficial del naturismo, innumerables pacientes fallecieron en manos de naturistas que podrían haber sido curados por la medicina oficial. Hoy es de agradecer a muchos médicos naturistas, que reconociendo sus limitaciones, no dudan en mandar a sus pacientes a quienes fueron sus viejos enemigos cuando observan que, por ejemplo, con una intervención quirúrgica se puede extirpar un cáncer que ellos difícilmente podrían curar.
Sin embargo, hemos de tener en cuenta que hoy todavía algunos naturistas continúan en pie de guerra contra la medicina oficial, por ello insisto en que nunca está de más hacerse de vez en cuando una revisión médica, por los especialistas de la sanidad pública, mientras nos estemos tratando con alguno de esos naturistas. No vaya a ser que acabemos siendo víctimas de una guerra que no va con nosotros.
Y a los partidarios de la medicina oficial no les vendría nada mal hacerse una revisión naturista de vez en cuando. La ciencia médica no es perfecta, y el naturismo nos puede dar una visión diferente de nuestros males que puede ayudarnos a remediarlos. Las revisiones naturistas son muy sencillas de hacer, no son complejas ni dolorosas como muchas de la medicina oficial, con estudiar el iris del paciente suele ser suficiente para dar un diagnostico del estado general.
No está nada mal contrastar pareceres de diversos profesionales respecto a nuestra salud. Cuanto más practiquemos una medicina preventiva mejor, ya sabemos que más vale prevenir que curar. Aunque esto nos exige el esfuerzo añadido de elegir una terapia u otra, algo que no sucedería si fuésemos a un solo médico o usáramos una sola medicina. No está nada mal tomar una responsabilidad más directa en el mantenimiento de nuestra salud. Es muy lamentable observar como ciertas personas responsabilizan de su salud a los médicos o a un tipo de medicina mientras ellos continúan sin abandonar los hábitos que les están produciendo las enfermedades. Tomar responsabilidad directa en nuestra curación, sobre todo si además hemos acudido a las medicinas alternativas y nos está costando dinero, nos obliga a tomar una parte más activa en el mantenimiento de nuestra salud, algo que es muy saludable.
Incluso los gobiernos de los diferentes países están empezando a ver con buena cara a las medicinas alternativas, pues están ayudando a desahogar sus cargados presupuestos de Sanidad Pública.
Ahora bien, conviene reseñar que ningún tipo de medicina es una panacea, a pesar de que muchas de las medicinas alternativas se anuncien como tal. No voy a negar que cuando me inicié en mis tratamientos por el naturismo creí haber descubierto un filón que me daría la salud para siempre, pero el paso de los años me está demostrando que nuestros males se pueden llegan a inmunizar ante los métodos terapéuticos que en el pasado nos curaron. Esto es algo semejante a lo que sucede cuando los virus o las bacterias se inmunizan ante los antibióticos que en otro tiempo consiguieron combatirlas. Por ello es conveniente tener siempre a mano otra medicina alternativa, otro método curativo, para no cesar en la lucha contra las enfermedades.
La razón por la cual algunas enfermedades se resisten a ser curadas quizás la encontremos en las profundidades de nuestra mente. La relación entre nuestros pensamientos y nuestro cuerpo cada vez está siendo más reconocida. Modernas investigaciones de la psicofísica están demostrando que muchas de las enfermedades son producidas por actitudes mentales. Me temo que si seguimos tratando la enfermedad solamente a un nivel físico no haremos otra cosa que desplazarla de un lugar a otro del cuerpo, o tendremos salud hoy pero nos faltará mañana. En el libro “La enfermedad como camino” tenemos un interesante estudio al respecto, con consejos para actuar ante las enfermedades.
Yo apuesto por estas modernas líneas de investigación que están descubriendo cómo en lo más profundo de nuestra mente inconsciente existen ciertos tipos de pensamientos que nos están robando la salud. La moderna psicología científica está demostrando que nuestra mente actúa de forma semejante a un ordenador. Digamos que las enfermedades estarían producidas por códigos o profundos programas dañinos para el sistema central que regula la salud del cuerpo. Ojalá pronto seamos capaces de solucionar los problemas de nuestra mente para poder beneficiar la salud de nuestro cuerpo. Seguro que los gobiernos estarían encantados de que así fuera. Pues las recetas de la Sanidad Social les saldrían muy baratas, ya que solamente se le recetaría al paciente pensar de forma diferente.