La desprogramación

Desengancharse de un proceso adictivo que nos crea problemas es de todos sabido que no es cosa fácil, y, en especial, cuando se trata de abandonar la adición religiosa.  Aunque ésta tenga ciertas similitudes con otro tipo de adicciones, implica un mayor número de dificultades para deshabituarse de ella, pues la adicción religiosa se produce en todos los niveles del ser humano: en el espiritual, en el intelectual, en el emocional y en el biológico.  Esto propicia que la mayoría de las personas practiquen la religión oficial y las creencias que se les enseñaron de niños durante toda su vida.  De ahí la importancia que tienen los conceptos religiosos que se les enseña a los niños o los rituales a los que se les hace asistir.  Naturalmente esto no se considera una adicción, pues es parte del costumbrismo social.  Solamente es al adepto de las sectas al que se le considera enganchado de forma perniciosa, pues se ha salido de ese costumbrismo y vive unos valores religiosos no tan asentados en la sociedad como los valores predicados por las religiones oficiales.

Por ello, el término de desprogramación habitualmente se aplica para cambiar los valores del sectario por los aceptados socialmente; sin embargo, el adepto ya sufrió una desprogramación cuando cambió sus viejas creencias por las de la secta.  Ese primer proceso de cambio suele afrontarse con cierto júbilo y borrachera mística, así como con la esperanza de iniciar un cambio prometedor; factores que ayudan a superar la crisis de valores típica que se produce en todo cambio en el programa de selección de preferencias mental.  No obstante, cuando el sectario decide salir de la secta y volver al punto en el que estaba antes de llegar a ella, ya no lo suele hacer jubilosamente, sino como una víctima enfermada en la secta por la que fue seducido o en la que escogió meterse.  Circunstancia que dificulta el cambio y propicia que en ocasiones se pida ayuda a algún experto en desprogramación.  Mas la asistencia psicológica solamente es capaz de ayudar en el nivel mental a cambiar unos valores humanos por otros, y recordemos que la adicción religiosa alcanza varios niveles. 

Habitualmente, en este tipo de desprogramaciones se ignora el nivel biológico.  La producción de endorfinas en nuestro cerebro cuando vivimos un éxtasis religioso produce una auténtica drogadicción muy semejante a la toma de drogas.  Sin embargo, esta drogadicción no se considera una toxicomanía, pues son sustancias no tóxicas generadas naturalmente por nuestro organismo.  Lo que no impide que, si las vivencias de lo sagrado se producen a menudo, enganchen biológicamente como cualquier otra droga; y desengancharse de ellas exija un proceso semejante a los utilizados para deshabituar a drogadictos.  Esto habitualmente no se reconoce, pues las endorfinas son drogas que produce de forma muy natural nuestro cerebro y, no sólo no enferman como las tóxicas, sino que, además, el organismo las asimila de forma beneficiosa; añadiendo a todo esto que la experiencia que producen se considera habitualmente regalo de dioses.  No obstante, la acumulación de las adversas circunstancias, que se pueden dar en el seno de las sectas, impulsa al adepto a abandonar totalmente al clan al que pertenece, y, por lo tanto, a dejar su adicción.  Cuando se ha tomado esta decisión, y se empieza un proceso de desprogramación, inevitablemente aparece el síndrome de abstinencia.  Este síndrome será más intenso cuanto más elevadas hayan sido las experiencias religiosas y cuanto menos lo sean en la nueva vida que se lleve después de salir de la secta.  Esto es muy importante tenerlo en cuenta, sobre todo porque habitualmente se ignora en los procesos de desprogramación, y puede dar al traste con un buen programa psicológico de readaptación a una vida normal.

Mi historial religioso está lleno de entradas y salidas en estos procesos adictivos.  Nunca acudí a programas de desprogramación psicológica porque, además de que estos programas son de reciente creación, yo nunca viví esos cambios como procesos de desenganche sino como circunstancias de mi búsqueda interior.  Cierto es que cuando decidía salir de una secta, que me estaba proporcionando el acceso a elixires divinos, sufría el síndrome de abstinencia; padecimiento que me duraba poco, pues tarde o temprano acababa bebiendo de otras fuentes sectarias.  Al final he terminado abandonando las bebidas gloriosas de los dioses, no por haberme propuesto un programa de deshabituación, sino como un proceso normal de abandonar una drogadicción natural por problemas con circunstancias de su contexto.  No obstante me considero tan adicto a la experiencia religiosa como a la experiencia sexual, son dos tipos de adicciones muy similares, las dos suponen la generación de endorfinas en nuestro organismo.  Pero, sucede a menudo que para vivir una plenitud, tanto en una dimensión como en la otra, pueden surgir tal cantidad de inconvenientes que uno acabe por elegir la tranquilidad de no vivirlas plenamente en los contextos tradicionales.  En el sexual ya hemos descubierto nuevas formas de alcanzar satisfacción fuera de las relaciones tradicionales de pareja.  Y ahora nos falta encontrar nuevas formas de gozar lo sagrado fuera de los conflictivos espacios religiosos tradicionales.  Cuando las encontremos tendremos una buena alternativa para todo aquél que abandona las sectas.

Mientras tanto, si deseamos conseguir una buena desprogramación, sin penosos síndromes de abstinencia, es conveniente administrar los mejores sustitutos que tengamos a mano.  Y como todavía no se han descubierto sustitutos químicos que sean tan bien asimilados por nuestro organismo como las endorfinas, sin contraindicaciones, no nos queda sino elegir otras vías espirituales menos “duras”.  Cambiando a otras sectas que nos proporcionen unas experiencias religiosas menos flipantes, y, a su vez, menos problemas, podremos conseguir un proceso de deshabituación menos doloroso al abandonar la drogadicción poco a poco, administrando como sustitutos drogas místicas más suaves.  Se trata de deshabituarse reduciendo lentamente los trances espirituales que producen endorfinas.

Pero siempre teniendo en cuenta que las sectas o las religiones no se abandonan por desengancharse de las drogas divinas, la felicidad que éstas provocan es muy natural y saludable; son las inaguantables situaciones que se viven en el seno de esas santas asociaciones las que provocan la pérdida de fe en ellas y la urgencia por salir de allí.  Las relaciones de pareja no se abandonan por desengancharse de las delicias sensuales que se viven en su seno, sino por otras insoportables situaciones que vive la pareja.  Cuando se tiene cierta madurez, se valora más la estabilidad en las relaciones que los éxtasis de felicidad, y esto sirve tanto en el mundo de las relaciones de pareja como en el mundo de las sectas.

Las vías espirituales de reciente creación denominadas de crecimiento personal o de la nueva era, bien pueden ser un eslabón en el proceso de desengancharse.  Basadas en modernas tendencias espirituales, muchas de ellas contienen importantes ingredientes extraídos de modernas psicoterapias.  Digo esto porque, en mi caso, harto de subidas y bajadas, mareado de tanto experimentar la montaña rusa que me estaba produciendo el intentar llegar al cielo, dando grandes saltos que luego iban seguidos de grandes caídas, al final conseguí encontrar el camino de salida de las sectas más duras metiéndome en estas nuevas vías.  Sin que por ello esté asegurando que todo método de realización incluido en los sacos del crecimiento personal o de la nueva era sea beneficioso.  Eso es algo que cada uno ha de sopesar.  Y aviso que bajo esos modernos títulos se están incluyendo métodos de desarrollo interior de dudosa efectividad.  De todas formas, suelen ser métodos con un índice de racionalidad superior a las vías espirituales basadas en las tradicionales revelaciones divinas, por lo que son asociaciones menos conflictivas.  Y a su vez tienen una capacidad menor de generar intensas atmósferas sagradas que las vías basadas en la fe, lo que nos viene como anillo al dedo en un proceso de deshabituación. 

Otra ventaja de estas modernas vías radica en que en sus programas de trabajo se incluyen intentos por erradicar de las personas tanto los malos vicios religiosos tradicionales como los de nuestra sociedad laica.  Ambiciosos proyectos que todavía, en mi opinión, se encuentran en una fase experimental, pues nos queda un arduo camino hasta que consigamos erradicar los grandes males del hombre y de nuestra sociedad.  Para alcanzar el éxito en semejante empeño, primero será necesario una visión de la totalidad del mal del ser humano, y eso es algo que todavía no hemos conseguido.  El mal en esencia siempre se nos ha escondido, y cuando aparece lo hace casi siempre disfrazado ya sea de demonio, personificado en los enemigos, en las enfermedades, etc., pero nunca lo hemos visto tal y como es. 

En este libro vamos a intentar obtener esa visión con la mayor claridad posible, y a partir de ahí intentaremos sentar las bases de un programa de desprogramación del mal, tanto para quienes están en las sectas como para quienes estamos fuera de ellas.  Porque si enfocamos la desprogramación solamente sobre aquellos que salen de las sectas, y los devolvemos al mundo del que se fueron, sin haberlo mejorado, mucho me temo que eso es pan para hoy y hambre para mañana.

Para seguir en nuestro propósito, continuaremos en nuestro paseo por el interior de las sectas, recorriendo aquellos territorios que nos conducirán a las profundidades del ser humano y de nuestra sociedad. 

Ya hemos tratado el estudio de la desprogramación en los niveles de adicción biológico y mental.  El estudio en los niveles espiritual y emocional sobre la adicción religiosa lo tratamos en los siguientes capítulos.

 

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