Ciencia-ficción y extraterrestres

A pesar de que la fusión entre ciencia y religiosidad todavía no sea posible en la realidad, en el mundo de la fantasía ―donde todo es posible― las rigurosas ciencias pueden llegar a unirse con nuestras inquietudes espirituales.  En la ciencia-ficción podemos imaginar grandes ilusiones científicas, deseadas o temidas, a la vez que soñamos con grandes esperanzas espirituales.  Las obras de ciencia-ficción que alcanzaron un mayor éxito fueron las que mejor escenificaron nuestras inquietudes interiores.  En un principio fue el miedo a la tecnología, o al mal uso de ella, lo que llenó las páginas de las obras de ciencia-ficción; pero después fue ganando terreno la victoria de los valores humanos al mando de sofisticadas tecnologías de futuro.  La ilusión del poder del hombre sobre la máquina, del alma sobre la materia, y la subordinación de la tecnología al servicio de los más altos valores humanos, son sueños que nos permitimos hoy en día gozar en la ciencia-ficción.

Esta nueva cultura científico-espiritual ha venido a llenar el hueco, en la dimensión espiritual, en muchas de aquellas personas que abandonaron la religiosidad tradicional.  Gran parte del pueblo ya no mira los designios de los profetas para prever el futuro de la Humanidad, ahora es la ciencia-ficción quien muestra el destino del mundo en sus diferentes versiones sobre el futuro, innumerables hipótesis fantásticas basadas en probabilidades de acontecimientos científicos y espirituales.

La fantasía de la ciencia-ficción ha venido a sustituir en gran parte de la población a la fantasía religiosa.  El hombre moderno es un gran consumidor de ciencia-ficción, ya sea en la literatura o en la cinematografía.  El enorme progreso científico de las últimas décadas, y su gran influencia sobre nuestras vidas, ha conseguido que se mire a la ciencia como un importante motor de cambios futuros.  La inmovilidad de las tradicionales fuerzas religiosas, místicas o esotéricas, apenas puede competir con el imparable crecimiento tecnológico.  Esto puede dar a entender que se está imponiendo un brutal materialismo científico en la sociedad actual, pero, en mi opinión, nada más lejos de la realidad.  Aunque nos lleguemos a sentir muy modernos porque hemos dejado en la cuneta a las viejas religiones, y nos creamos muy alejados ya de ellas, en su esencia se están volviendo a recrear precisamente en ilusiones de ciencia-ficción.

Si en este estudio estamos llegando a la conclusión de que las realidades virtuales espirituales, donde se asientan las religiones, han sido creadas por nuestros impulsos internos; cuando abandonamos una vieja religión, sin ni siquiera haber reconocido los impulsos internos que la crearon, lo único que conseguiremos, con toda probabilidad, es volver a crear otra nueva muy parecida a la vieja.

Mientras no alcancemos un profundo conocimiento de nuestra totalidad, todo parece indicar que lo más desconocido de nuestro inconsciente continuará creando realidades virtuales espirituales.  El ateísmo científico que pareció iba a reinar en nuestro mundo no cesa de perder poder.  La mente humana es capaz de crear esperanzas espirituales aun partiendo de la fría realidad científica.  En las extensas lagunas de misterio de las ciencias, la mente espiritual es capaz de anidar e incubar geniales creaciones de realidades virtuales espirituales.

La mayoría de los dioses y de las religiones dieron respuestas a las grandes preguntas que siempre se ha hecho el ser humano.  La aparición de dioses creadores nos respondió a la pregunta de quién o qué hizo el mundo y el universo.  Pero cuando las teorías evolucionistas empezaron a demostrar que todo lo que nos rodea no fue creado por ninguna mano divina, la religiosidad tuvo que buscarse nuevos argumentos para seguir creyendo en la  función creadora de sus dioses. 

Las ciencias no han cesado de minar la fe del creyente en los últimos siglos.  Pero el espíritu religioso es capaz de realizar portentosas creaciones aun en los ámbitos que le son más hostiles.  Si bien es cierto que las ciencias minaron con su rigor matemático la credibilidad en las viejas religiones, estas mismas ciencias han creado terrenos donde se están asentando grandes circos del ilusionismo religioso. 

El sencillo cálculo de probabilidades astronómicas que nos muestra la gran cantidad de planetas semejante al nuestro, que puede haber en el universo, nos convence de que puede existir vida en otros planetas; en unos en un estado primario, y en otros en un estado evolutivo superior al nuestro. 

Este sencillo cálculo le ha dado a nuestra mente religiosa una oportunidad extraordinaria para crear realidades virtuales espirituales.  Igual que dios se generó en el pensamiento de que es imposible que todo lo existente se haya hecho solo, estas nuevas creencias se justifican en el hecho de que es imposible que estemos solos en el universo.  Nuestra capacidad creadora de fantasías virtuales tiene ahora en el universo sobrados ingredientes para realizar sus creaciones.  Son millones y millones de mundos habitados los que puede haber en el universo.  Cualquier creación de un mundo virtual puede caber en tan amplias expectativas.  Toda forma extraterrestre puede resultar creíble, nuestra imaginación ha encontrado un filón sin fin, se pueden crear tantos mundos virtuales extraterrestres como se desee. 

El fenómeno ovni, como toda realidad virtual espiritual, ha sido creado por nuestros impulsos más profundos.  Y cuando esas pulsaciones psicológicas o espirituales cambian, si no se sellan las creencias con férreos dogmas de fe, también cambiarán las características de la realidad virtual espiritual en la que se crea.  Después de la segunda guerra mundial, cuando el terror todavía imperaba en la mente de las gentes, los extraterrestres eran terroríficos; moldeados por ese impulso interno dominante, venían a invadirnos, a destruir nuestro mundo.  La visión de los extraterrestres era espantosa, tanto como el espanto que nos dejó en las venas la gran contienda bélica.  Pero cuando el miedo fue desapareciendo a lo largo de décadas de paz, también fue desapareciendo el miedo a los extraterrestres, que acabaron siendo tan feos como siempre pero mucho más bondadosos.  Incluso decididos a enseñarnos a evolucionar espiritualmente, profundo anhelo de nuestro espíritu, también escenificado en la realidad virtual espiritual ovni.

Resulta sorprendente que haya sido la ciencia, vieja enemiga de la religiosidad, quien haya plantado la semilla de la última gran religión universal en Occidente.

Los estudiosos del fenómeno religioso tienen una oportunidad extraordinaria en la actualidad, en pocos años pueden observar como de la nada surge una religión que se está extendiendo por toda nuestra civilización.  Es la realidad virtual espiritual más joven de nuestro tiempo.  Estudiándola podremos comprender cómo surgieron otras realidades virtuales espirituales que gobernaron en amplias zonas del mundo en otras épocas.  La realidad del fenómeno ovni es semejante a la realidad del demonio o de los ángeles, de los seres de la mitología griega o egipcia, de los entes del espiritismo o de los innumerables dioses de la magia negra.  Y para quienes duden que estamos estudiando un fenómeno religioso, baste observar la gran cantidad de puntos en común que el fenómeno ovni tiene con el resto de religiones.

Toda religión se considera el ombligo del mundo, y el creyente en ella la ve eterna y origen de todas las cosas; y en las creencias extraterrestres no iba a ser menos.  Sus seguidores consideran que las demás religiones no fueron sino desviaciones de la verdad extraterrestre:  Todos los fenómenos paranormales de las otras religiones no fueron sino provocados por extraterrestres, los ángeles son extraterrestres, la estrella de Belén fue una nave extraterrestre, el profeta Elías se fue de este mundo en una nave extraterrestre, todos los dioses mitológicos son extraterrestres, y los adornos de los antiguos sumos sacerdotes y de sus dioses no son otra cosa que sofisticados artilugios extraterrestres de tecnología muy avanzada, incluso los sofisticados trajes de los mayas no dejan lugar a dudas de que son trajes espaciales extraterrestres. Y así seguiríamos dando ejemplos de la enorme capacidad de absorción que cada nueva religión tiene para absorber a las demás, para demostrarse a su modo que el pasado histórico de la Humanidad fue originado en su realidad virtual, en este caso extraterrestre.

El fenómeno ovni ya se ha convertido en un fenómeno religioso de lo más normal.  Incluso su grado de desarrollo es ya tan elevado que ha empezado su proceso de división.  Sabemos que las realidades virtuales espirituales, con sus dioses y demonios incluidos, nacen, crecen, se reproducen y acaban muriendo.  Las creencias extraterrestres hace años que llegaron a ser adultas y ya han iniciado su proceso reproductor diversificándose en varias vías espirituales.  Los videntes cósmicos no cesan de descubrir nuevos mundos y nuevos personajes extraterrestres que se dignan a ofrecer sus consejos a los ignorantes humanos y a convencernos de su indispensable participación en la vida del universo.  Por lo tanto, no estamos hablando de una sola religión, son más bien una amalgama de religiones con una misma base.  Como sucede en el cristianismo o en el budismo, el fenómeno ovni es la base para multitud de creencias.  Bajo bandera extraterrestre existen multitud de religiones según el planeta con el que se mantienen contactos o el gran gurú extraterrestre que le ha tocado en suerte dirigir la vida de sus adeptos, infelices mortales terrestres.  Multitud de sectas se crean en torno a diferentes mundos extraterrestres, las enseñanzas de más allá de las estrellas pueden ser tan variadas como planetas con vidas más evolucionadas que la nuestra creamos que hay en el universo.  Y, como no tuvimos dificultad en comunicarnos con los cielos para crear las religiones, ahora tampoco tenemos ahora dificultad para comunicarnos con las más alejadas galaxias.

El fenómeno ovni se sustenta en los mismos fundamentos o percepciones paranormales que lo hacen las religiones.  La única diferencia notable que se puede observar es que muchas de las viejas religiones son creencias en hechos sucedidos en el pasado, y el fenómeno ovni es algo que está sucediendo ahora; pero, si observamos el origen de esas religiones, veremos que los hechos o vivencias que sucedieron en el pasado son muy semejantes a lo que está sucediendo en la actualidad en torno al fenómeno ovni. 

Nuestros intelectuales ni siquiera son conscientes en muchos casos de lo que está sucediendo en torno al fenómeno ovni.  Nuestra ignorancia en torno a las pautas evolutivas del fenómeno religioso es enorme: siglos y siglos de culturas impuestas por intereses de religiones en el poder nos ha impedido ser objetivos a la hora estudiar aquello que lleva miles de años gobernando sobre nosotros.  Estamos indefensos ante las sorprendentes evoluciones de la mente humana, religiosa en este caso.

La fascinante novedad del tema extraterrestre ha atraído a multitud de personas, en especial a los jóvenes, sedientos de frescas creencias revolucionarias.  Pocos son conscientes de que esta nueva revolución cultural, supuestamente venida de las estrellas, no viene de más allá de nuestra propia mente.  Las señales y las pruebas de la existencia del fenómeno ovni, no son mayores que las pruebas y señales que en los cielos se observaron en el pasado venidas de otras realidades virtuales espirituales, de lo que nos quedó abundante constancia en las diferentes historias sagradas.  Los llamados avistamientos, no son diferentes a las apariciones divinas, de ángeles o de santos, o de la multitud de dioses o seres mitológicos; la única diferencia es que ahora se aparecen en platillos volantes.  Los contactos con las apariciones son tan viejos como el mundo.  Incluso las aducciones fue algo típico en aquellos santos que fueron elevados a los cielos para después ser traídos de regreso a la tierra.  Y no hablemos del morbo de los extraterrestres, cuando deciden copular con nuestras mujeres terrícolas; las copulas de seres celestiales o infernales con humanos también han sido siempre frecuentes en el pasado, y todavía se producen casos en nuestro tiempo.

Como podemos ver, del seno de la ciencia-ficción puede emerger modernas religiones muy semejantes a las antiguas.  Si no deseamos caer en la religiosidad y disfrutar de la ciencia-ficción, es necesario afinar el entendimiento para discernir cuándo estamos hablando de una religión o de una creación fantasiosa literaria.  La línea entre ambas es apenas imperceptible, podemos cruzarla sin darnos cuenta y meternos en una religión sin desearlo. 

Para que esto no suceda primero es necesario comprender por qué la ciencia-ficción es terreno abonado para que de ella broten nuevas religiones.  La principal circunstancia que utiliza la mente humana para crear realidades virtuales espirituales es la creencia popular de que cierta fantasía pueda tener visos de realidad.  Cuando esto sucede en una cultura ya está plantada la principal semilla para que brote una realidad virtual espiritual.  Y, en nuestra cultura, la ciencia-ficción es una fantasía a la que muy a menudo se le atribuyen ciertos visos de realidad gracias a los ingredientes científicos que sazonan estas modernas creaciones literarias.  Las verdades científicas son utilizadas descaradamente para dar realismo a una ficción.  Para evitar que la mente humana siga creando realidades virtuales espirituales es necesario separar la ficción de la realidad, dos conceptos irreconciliables que siempre ha gustado mezclar a los creadores de fantasías literarias para dar una cierta categoría de realismo a sus obras.  Cualquier caprichosa mezcla de realidad con la ficción a un nivel popular conlleva el peligro de convertirse en una realidad virtual espiritual, en una creencia. 

Y el concepto de ciencia-ficción ya nos anuncia descaradamente la unión de la realidad, científica en este caso, con la fantasía.  Algo que a poco que nos paremos a pensar es insostenible, imposible de conseguir; porque, si una obra literaria es de ficción, no puede ser científica; y, si es científica, no puede ser una fantasía.  La ciencia es todo lo opuesto a la fantasía, por lo tanto, una obra de ciencia-ficción es una pura fantasía; en la ciencia no cabe la ficción.  En cuanto la fantasía penetra en la ciencia, ésta deja de ser ciencia.  La justificación de llamar a estas creaciones literarias con un título tan contradictorio, supongo que vendrá porque muchas de ellas están basadas en las expectativas de futuro que nos pueden deparar las investigaciones científicas.  Pero aun así hemos de tener claro que siempre se tratará de ficciones de futuro.  Vamos a dejar a la ciencia en el lugar que le corresponde y a la fantasía donde ha estado siempre.  No es honesto utilizar la ciencia para dar seriedad a una obra de fantasía, ni para intentar dar realismo a las fantásticas realidades virtuales espirituales.

El hecho de que sea imposible una alta culturización popular científica, debido a tremendo esfuerzo intelectual que ello supondría a la mayoría de las gentes, propicia que la mayoría de las personas sean incapaces de distinguir la ciencia de la ficción.  Esto lo saben los dirigentes de las sectas, y lo aprovechan siempre que pueden.  No es infrecuente encontrarnos en sus folletos explicativos, o en sus discursos, aquellos argumentos científicos con los que pretenden reforzar sus doctrinas y darles cierto apoyo racional a sus  irracionales creencias.

Los científicos que se pasan media vida investigando, devanándose los sesos en los laboratorios, no salen de su asombro cuando, después de publicar sus últimos descubrimientos, al poco tiempo les llega la noticia de que su trabajo está siendo utilizado para reforzar ―sin justificación científica alguna― las más extrañas creencias esotéricas.

Esto no es jugar limpio, es otra de las facetas que puede adoptar el gran fraude espiritual.  Es una descarada forma de aprovecharse de la ignorancia científica del pueblo.  Es aconsejable desconfiar de los argumentos científicos con los que se pretende reforzar las creencias.  Cuando la ciencia entre en una creencia, está dejará de ser una doctrina, se convertirá en una ciencia conducida por científicos, y dejará de ser una fe encauzada por predicadores.

Resumiendo: cuando observemos que se intentan mezclar a las ciencias con las creencias, con los fenómenos esotéricos ―incluidos los ovnis―, o con cualquier tipo de ficción, es conveniente reconocer que ese tipo de mezclas no se pueden dar nunca, por lo que es recomendable desecharlas, o sencillamente considerarlas lo que son: fantasías, creaciones de nuestra mente fantástica. 

Y al decir esto no quiero quitar importancia a capacidad de disfrutar de la fantasía que tenemos los seres humanos.  No hay por qué avergonzarse de fantasear, nuestra imaginación puede realizar creaciones extraordinarias, los misterios de nuestro mundo dan todavía para muchas fantasías; lo que es inadmisible es considerarlas reales o pretender convertirlas en ciencia.  Podemos incluso disfrutar de ellas, siempre sabiendo que se trata de ficciones.  Cuando hemos comprendido que nunca pueden unirse la ficción con la ciencia, podemos disfrutar de ambas sin graves equívocos. 

Las fantasías nos permiten obtener vivencias imposibles de conseguir de otra manera.  La imaginación del hombre puede crear mundos fabulosos con los que podemos soñar, la ficción nos puede hacer gozar de dimensiones ocultas en nuestro interior; no veo por qué no podemos disfrutar de ello siempre que sepamos que se trata de una fantasía.  La gran mentira de las fantásticas realidades virtuales espirituales es que se presentan como reales, si los creyentes en ellas las viesen como fantasías de la mente humana no esconderían los graves peligros de fanatismo que esconden.  En toda fantasía se pueden mostrar el bien y el mal humano, los impulsos creadores y destructores del hombre.  En la ficción podemos observar nuestros impulsos más ancestrales e incluso vivirlos sin temor cuando somos conscientes que los estamos evocando utilizando la imaginación.

Los grandes éxitos literarios y cinematográficos de ciencia-ficción o de cualquier otro tipo de fantasía han sido aquellos que mejor nos mostraron nuestros grandes temores y esperanzas.  En este capítulo estamos denunciado el peligro y el engaño que en el mundo de las sectas podemos padecer respecto a la ciencia-ficción, y en especial respecto al fenómeno ovni.  Pero la mayoría de las personas sabemos que cuando estamos contemplando una película de ciencia-ficción estamos viendo una fantasía.  La mayoría de los espectadores de E.T. o de la Guerra de las galaxias sabíamos que se trataban de fantasías.  Aunque podamos observar a extraterrestres genialmente escenificados en la pantalla, no creemos que existan, sabemos que se trata de ficción.  Lo que no nos impide vivir los sentimientos que nos evocan, emociones que surgen de nuestras profundidades. 

La trama principal de los grandes éxitos de ficción gira en torno a la lucha entre el bien y el mal que padecemos los humanos desde nuestros orígenes.  En toda realidad virtual espiritual también esta ancestral lucha se escenifica, con la diferencia de que los creyentes creen que los actores que la representan son reales. 

Los millones de espectadores de la Guerra de las galaxias pudimos sentir vibrar nuestras propias pulsaciones internas, sin necesidad de creer que los personajes de la película eran reales.  La fantasía fue capaz de hacernos sentir a muchos de nosotros, miembros de una civilización tan fervorosa del todopoderoso dios, que éramos capaces de sentir como nuestro el poder de una fuerza divina sin dios alguno de por medio.  Pudimos soñar vencer al mal sin ayuda de ningún dios.  Fue un paso para empezar a asumir que la divinidad que proyectamos en los dioses es nuestra.  Aquella trilogía cinematográfica también nos enseñó que podríamos seguir el camino del reverso de la fuerza, y vivir en sintonía con un poderoso mal sin demonios de por medio.  Fue otro paso para empezar a asumir que el mal que proyectamos en los demonios también es nuestro.

Vamos a soñar despiertos, evocando el gozoso final de aquellas obras de fantasía en las que el mal vence al bien, mientras continuamos caminando en nuestro paseo por el interior de las sectas, penetrando poco a poco en nuestro lado oscuro.  ¡Que la fuerza nos acompañe!