La astrología
Las radiaciones cósmicas son un tipo de sutiles energías que nos llegan del Universo, y parece ser que nos afectan directamente. Está demostrado que la luna afecta a los organismos vivos, y que delicadas reacciones químicas, semejantes a las que se producen en el interior de nuestros cerebros, pueden verse afectadas por las radiaciones que nos llegan de los astros. Pero a partir de ahí, las ciencias apenas conocen mucho más, el desconocimiento de nuestro cerebro en su totalidad, y el de las radiaciones que nos llegan del firmamento, impiden que podamos obtener una idea claramente científica de cómo estas sutiles energías influyen en nosotros.
A pesar de que el hombre sabe desde tiempos inmemoriales que los astros nos afectan, desconocemos en detalle cómo lo hacen; pero ―como he dicho en anteriores capítulos― el ansia del ser humano por hallar respuestas, para aquellas preguntas que todavía no está capacitado para responder, le lleva en muchas ocasiones a inventárselas, y para ello crea universos virtuales donde desarrolla sus hipótesis, las hace realidad, y se responde en su mundo imaginario a las preguntas que de otra forma no podría responderse.
La Astrología es una de estas realidades virtuales que intenta mostrarnos cómo las energías cósmicas influyen en nosotros. Se dice de ella que es la nueva religión estrella de nuestros días, pues tiene sobre las demás ciertas ventajas especiales, como por ejemplo que no es necesario acudir a templo alguno ni estar afiliado a ninguna religión o secta para ser un fiel seguidor de las predicciones astrológicas; esto facilita que sus adeptos se oculten en el anonimato. Se puede ser un fanático de la astrología sin perder el status de persona normal. En los horóscopos que los medios informativos nos ofrecen a diario podemos saber cómo nos van a afectar los astros, y, si queremos una información más personal y detallada, podemos acudir a un astrólogo con la misma facilidad que acudimos al médico.
La Astrología se ha introducido en nuestra cultura como ninguna otra realidad virtual esotérica lo ha hecho en los últimos años. Como sucedió con el Yoga, nuestra sociedad cienticifista la ha acogido por sus connotaciones científicas, por su cariz astronómico, por la rigurosidad que parece deducirse de sus complicados cálculos matemáticos, y por no poseer apenas escenarios religiosos. Los signos de zodiaco hoy en día no se consideran dioses o fuerzas divinas, se interpretan como fuerzas astrales, aunque algunos de ellos sean antiguos dioses convertidos en energías.
El atractivo principal de la Astrología radica en su supuesta capacidad de predecir el destino. Llegar a conocer el futuro siempre ha sido muy deseado, aunque casi nunca conseguido. Lástima que exista tanta falta de acuerdos entre los astrólogos a la hora de confeccionar los horóscopos. Recordemos que la falta de acuerdos es algo típico de toda realidad virtual. Y, como toda realidad virtual, es de una tremenda fragilidad, es una seudo ciencia desarrollada en una realidad imaginaria sin ningún fundamento científico; sólo se mantiene en pie por nuestra creencia en ella. Podemos darle un margen de confianza a esta observación milenaria de los astros y al estudio de cómo nos afectan, pero recordemos cuanta paja tuvo que soportar la Humanidad durante milenios de explicaciones esotéricas en torno a las inclemencias meteorológicas, por ejemplo. Cuando hacía viento no se reconocía como un hecho natural, era el dios del viento el que soplaba, y gigantescos dioses continuaron soplando hasta que descubrimos las causas científicas de los meteoros.
No hay gran diferencia entre el hombre antiguo, sugestionado por el poder del dios del trueno, y el hombre moderno sugestionado por la fuerza de Plutón. Tanto es así que es muy difícil saber cuando son los astros quienes influyen en la vida del adicto a al astrología o cuando es su sugestión quien determina el rumbo de su destino.
El principal error del fanático de la astrología ―como el de cualquier otro fanático― es creer que esas energías que nos llegan de los astros son las “únicas” que dirigen nuestra vida. Cuando en realidad nos relacionamos con tantas fuerzas y energías que resulta un grave error dar prioridad en nuestras vidas a cualquiera de ellas. Porque recordemos que a todo aquello que le demos prioridad, en la dimensión mental o espiritual, se desarrollará en nosotros, crecerá desplazando a otras formas vitales de nuestra persona, y acabaremos desequilibrados, con unas fuerzas y energías muy desarrolladas, muy presentes en nuestras vidas, por haberlas potenciado con nuestro interés, y con otras sin apenas desarrollar por no haberles prestado interés alguno. Si dirigimos nuestro programa de selección de preferencias sobre un determinado tipo de energía exclusivamente, acabaremos viviendo en una realidad virtual construida por dicha energía y por sus derivados o transmutaciones.
Por ello es necesario reconocer si hemos alcanzado un insano grado de adicción partidista hacia cualquier realidad virtual. Para ello primero habremos de descubrir la realidad imaginada y después nuestro grado de adicción. Nuestra adicción no es difícil descubrirla, basta con que alguien ponga en duda la realidad virtual en la que creemos ciegamente para que se nos revuelvan las tripas, pues ese tipo de creencias necesita de un fanatismo visceral que le dé realidad.
Desenmascarar a una realidad virtual no es difícil, incluso siendo adictos a ella; si nos esforzamos por ser objetivos y sinceros, podremos reconocerla. Hay una pista infalible para descubrir una ilusión esotérica: toda realidad virtual espiritual se forma con elementos extraídos de la cultura de los pueblos, sociedades o grupos que las generan, y si se ha creado una realidad virtual en torno a determinado tipo de energías en una civilización, es casi seguro que en otra parte del mundo, en otras culturas diferentes, se hayan creado otras realidades virtuales diferentes en torno a las mismas energías. Por ejemplo: un dios del viento de una cultura antigua era distinto del dios del viento de otra cultura totalmente diferente. Esta es una forma de erradicar fanatismos. Una amplia culturización de los individuos nos da el ingrediente básico para eliminar la ciega creencia en estos mundos ilusorios. El fanatismo de una persona puede resquebrajarse si observa la existencia de otras personas tan fanáticas como ella que defienden una realidad virtual diferente u opuesta sobre el mismo tema y con el mismo ahínco.
La astrología no es una excepción a esta regla de diversidades ilusorias. Existen otras realidades virtuales espirituales astrológicas diferentes de la popularmente conocida por los doce signos del zodiaco. En el lejano oriente tenemos el horóscopo chino, basado en los ciclos lunares, al que aconsejo que se le preste un poco más de atención para desmitificar nuestra astrología occidental. (También está empezando a llegarnos a Occidente noticias del horóscopo azteca, pero está mucho menos introducido en nuestra sociedad que el chino). Los sabios chinos hicieron un sorprendente trabajo para ayudar a entender al pueblo llano los complicados cálculos astrológicos. Los doce animales del horóscopo chino ejercen su influencia cada uno en cada año, y cada doce años se vuelve a renovar el ciclo. Cada persona tiene las características del animal de año en el que ha nacido, y en cada año nos irá diferente según el animal reinante en ese año. Esta compleja interrelación entre las psicologías de estos animales resulta muy fácil de asimilar y no exige cultura alguna, ya que cualquier analfabeto conoce la personalidad de estos animales y su relación entre ellos. Y por supuesto que su efectividad es tan comprobable como lo es en nuestra astrología babilónica, a pesar de ser totalmente diferente a ella. Incluso en algunos casos pueden las personas descubrir que define su personalidad mucho mejor que la astrología zodiacal.
El partidario de la astrología, como el que lo es de la religión, o de cualquier vía esotérica o espiritual, hará muy bien en conocer otras alternativas semejantes a la suya para abrirse a nuevos horizontes, ampliar sus opciones de elección, y, en definitiva, aumentar su grado de libertad. Si Marte nos está dando mucha guerra, no estaría nada mal echarle un vistazo al horóscopo chino, porque igual en él encontramos un pronóstico, para el animal que somos, de un tiempo de placida bonanza. Es en estas contradicciones donde se pone a prueba nuestra capacidad de elección, según deseemos paz o guerra nos inclinaremos por utilizar un horóscopo u otro. Ésta es una buena manera de retomar nuestro auténtico poder para dirigir nuestro destino.
Yo mismo me confieso influenciado por las predicciones astrológicas, pero, como no se me dan bien los complicados cálculos de la astrología zodiacal, y las predicciones que puedo observar en los horóscopos de los periódicos y revistas son contradictorias, y, además, como me niego a gastarme dinero alguno en astrólogos, porque yo consultaría a más de uno para contrastar datos, y seguro que no se pondrían de acuerdo en cómo me va a ir, he optado por la astrología china que me lo pone más fácil y es menos contradictoria (no se si por el hecho de que haya menos astrólogos chinos en Occidente). Así que he escogido el año del buey para que este trabajador animal me ayude a realizar el esfuerzo de escribir este libro, y procuraré editarlo en el año del tigre, tiempo propicio para las revoluciones culturales, ya que necesitaré un apoyo extra para que ni yo ni el libro seamos aplastados por las fuerzas tradicionalistas.
(He de notificar que cuando escribí por primera vez este capítulo así pensaba que iba a suceder, no contaba con que este estudio iba a ser tan extenso ni que iba a necesitar tanto tiempo como el que he necesitado para concluirlo. Se me pasó el año del tigre sin editarlo, llegó el año siguiente, el año del gato, también llamado el año del conejo o de la liebre, y se conoce que a estos tiernos animalitos no les gustó como había quedado lo escrito, por lo que le estoy dando un repaso. Espero que este año, o el siguiente, el del dragón, sean unos años propicios la edición de nuestro “paseo por el interior de las sectas”. No me gustaría tener que esperar doce años para que cada animal estelar chino me diese el visto bueno al texto).
Como se puede observar, quien no se monta su particular película astrológica es porque no quiere.