Percepciones extrasensoriales en hermandad
Está sobradamente reconocida la efectividad del trabajo en grupo para conseguir determinados fines en cualquier ámbito de las actividades humanas. Y en los ambientes esotéricos, religiosos o místicos, no iba a ser menos; la efectividad de sus grupos de trabajo también está demostrada, su poder creativo mental demuestra una gran capacidad para convertir en “realidad” cualquier tipo de fantasía. La atmósfera sagrada generada por los rituales de un grupo espiritual propicia enormemente la creatividad. Como dijimos en el capitulo anterior, nuestro cerebro no tiene limitaciones para crear realidades virtuales en las dimensiones espirituales, y, cuando son más de un individuo los implicados en este tipo de creaciones, los resultados son siempre sorprendentes, y adquieren un grado de realidad compartida indiscutible para quienes así lo perciben. Y no sólo me estoy refiriendo a pequeños grupos de personas, muy a menudo estas creaciones son aceptadas por la gran masa de una sociedad y se convierten en escenarios y personajes reconocidos por la mayoría. De hecho, no creo que haya existido en la Historia una sociedad que no acogiera algún tipo de estas creaciones, ya se tratara de una gran nación o de una pequeña tribu, siempre la colectividad aceptaba un tipo de escenarios virtuales, paraísos, cielos o infiernos, donde se desarrollaba la actividad de sus personajes, entidades espirituales, dioses, ángeles y demonios; virtuales también, por supuesto. La mitología hace abundante acopio de este tipo de creaciones, como lo hacen también las diferentes religiones actuales, y por supuesto las sectas.
Cuando dormimos, las vivencias oníricas son individuales, las crea el cerebro tomando datos de la mente de la persona; pero, cuando se trata de las creaciones compartidas que estamos hablando, los datos con los que se crean estos escenarios, magnitudes y personajes espirituales, son tomados de la mente colectiva, de la cultura de la colectividad o del grupo implicado, lo que permite un grado de sofisticación y de detalles mucho más complejo que si de un solo individuo se tratara.
Convencer a un individuo de la existencia de una realidad espiritual que justifique su particular percepción extrasensorial, puede resultar relativamente fácil, pero convencer a toda una sociedad es mucho más complicado. Para ello resulta necesario que los escenarios, personajes o magnitudes, sean creíbles por la mayoría, por lo que deberán de ser construidos con materiales extraídos de la propia cultura de la sociedad o de la secta en cuestión, y deberán también ser “soñados” por un grupo lo suficientemente grande e influyente como para convencer al resto. Para otorgar un notable grado de realidad a estas creaciones, es necesario que haya un apreciable número de individuos de la colectividad que tengan las experiencias extrasensoriales mínimas que las apoyen. Esta condición indispensable se da en las reuniones destinadas a fomentar la realidad virtual espiritual de que se trate. En los ambientes de hermanamiento se dan las condiciones propicias, para obtener las experiencias extrasensoriales, que otorgarán realidad a las creaciones virtuales de los mundos espirituales imaginados. La atmósfera sagrada introduce en una ensoñación colectiva al grupo de creyentes. Una sutil embriaguez nubla la conciencia de este mundo y le da paso al mundo de los sueños espirituales, donde tomarán cuerpo las pulsaciones ocultas del hombre, en los escenarios y en los personajes soñados. Después vendrá la fase siguiente: convencer al resto de personas de que aquello es real, algo que no implica demasiada dificultad aunque para ello sean necesarios años o siglos; pues cuando se ha creído una ilusión espiritual un considerable grupo de personas, la propagación de su creencia es sólo cuestión de tiempo. Un grupo o sociedad de creyentes no tiene muchas dificultades para convencer a otro individuo de la realidad de sus creencias, si la persona en cuestión, por supuesto, no es ya un fanático creyente de otra realidad virtual espiritual opuesta, o un escéptico empedernido.
Para observar la influencia que la masa puede ejercer sobre un individuo, no hace falta meterse en esoterismo, en los espectáculos públicos como puede ser en un concierto de rock, en un acontecimiento deportivo, militar o artístico, tenemos claros ejemplos; en ellos se puede sentir el vibrar del público, sus emociones y sus sensaciones, y podemos observar lo tremendamente fácil que le resulta al individuo dejarse llevar por ellas; tanto es así que la persona puede llegar a traspasar sus propias limitaciones y acabar sorprendida de haber experimentado sensaciones que nunca tuvo o de haberse comportado como nunca lo hubiese hecho por sí misma.
El único punto en común que pueden llegar a tener las personas de estos grupos es su interés por el espectáculo o acontecimiento que están presenciando, circunstancia suficiente para hacerlos vibrar al unísono y para proporcionarles vivencias extraordinarias.
Pero, cuando la reunión tiene un objetivo que no es de este mundo, las vivencias que se pueden producir en los individuos pueden llegar a ser auténticas experiencias extrasensoriales.
En cualquier agrupación de personas se vive una especie de sintonización. Cada individuo puede vibrar al unísono entrando en resonancia con los demás, como si de un contagio vibratorio se tratará. En el capítulo de los chacras decíamos que eran centros de bioenergía corporales que vibraban y emitían las radiaciones que forman el aura, y parece ser que esas radiaciones traspasan nuestro globo bioenergético y las emitimos al exterior. De estas vibraciones personales apenas se conocen sus características ni su alcance, lo que sí parecen provocar, en las personas predispuestas a ello, es una recepción de las emisiones producidas por las personas transmisoras. Si ponemos dos instrumentos musicales próximos y producimos una nota musical con uno de ellos, el otro resonará también en la misma frecuencia. Para que esto suceda entre nosotros será primero necesario que podamos vibrar a la misma frecuencia y estemos predispuestos a vivir esa sintonización.
Los templos nunca fueron exclusivamente centros de adoración, fueron ante todo lugares de experimentación donde se generaba la atmósfera sagrada, el sumo sacerdote vibraba en trances alucinatorios y contagiaba a su auditorio. Hoy en día se ha perdido bastante la espectacularidad de estos acontecimientos públicos, ya sea porque no existe en general una buena predisposición para experimentar los procesos sagrados o porque los sacerdotes oficiales no son capaces de hacernos vibrar como lo hacían los sumos sacerdotes de la antigüedad. Cierto es que todavía nos queda, en los rituales que protagonizamos en los templos oficiales, una tenue presencia de la divinidad que se puede llegar a vivir, las oraciones y los cánticos en masa nos pueden elevar hacia dulces dimensiones espirituales, o hacernos sentir la culpa que nos invitará a los infiernos. Pero, en el seno de muchas sectas, las experiencias extrasensoriales son mucho más espesas y cobran un notable grado de realidad, pues son capaces de generar atmósferas sagradas mucho más densas. Sus miembros se abren a vibraciones esotéricas más profundas, y en sus sumos sacerdotes, gurús, predicadores, sanadores, etc., nos encontramos con la fuente generadora de la vivencia sagrada, o sencillamente con la dirección del éxtasis colectivo.
El hermanamiento es condición indispensable para que la experiencia extrasensorial en este tipo de grupos se produzca. Mientras que en otro tipo de acontecimientos públicos basta con un interés común y pertenecer a una misma sociedad para integrarse en las vivencias del grupo, en los ámbitos espirituales es necesario una confraternidad entre sus miembros para que puedan sintonizar con niveles vibratorios elevados y generar una densa atmósfera sagrada. El íntimo lazo emocional facilita la sintonización entre las personas, la unión entre ellas; necesitan vivir unidos las experiencias de otras dimensiones, apoyándose mutuamente y dándose confianza mutua. Un escéptico en el grupo puede estropear toda una sesión vuelo místico, de ahí la intransigencia que siempre han demostrado los seguidores de las vías espirituales con las personas de poca fe. Para que la realidad virtual espiritual cobre visos de realidad es necesario creer en ella, darle un voto de confianza al menos, después la mente se encarga de hacer el resto.
En nuestros días podemos observar en los debates públicos de creyentes con escépticos, como los creyentes defienden una realidad que sus detractores no conocen en absoluto. Debates que suelen terminar en un diálogo de sordos, pues unos no se explican como los otros no pueden ver las realidades espirituales que ellos ven, y los otros no se explican que es lo que están viendo esas personas para que lo defiendan con tanto ahínco. Los creyentes en las realidades virtuales espirituales ven un mundo particular que no puede ser compartido ni comprendido por quienes no creen en él. Esta incomunicación se da también entre seguidores de diferentes religiones o sectas, sobre todo si éstas adoran a deidades diferentes ubicadas en parajes espirituales virtuales diferentes también.
Estas faltas de acuerdos nos han creado auténticas tragedias históricas. Los debates no se hacían antes como los hacemos ahora, sino que se le cortaba la cabeza a quien no nos daba la razón. De esta forma se defendía la realidad de las realidades virtuales, a punta de espada. Hoy en día podemos sentirnos afortunados de que no sea así, al menos en los países desarrollados, donde el escepticismo es una opción libre de ser tomada por quien lo desee. Como lo es también la fe, condición que continúa siendo indispensable para introducirnos en una realidad virtual espiritual.
Otra causa que une como una piña a los grupos o sociedades de creyentes es el pánico. Las experiencias extrasensoriales asustan al más valiente. Los seres humanos ante una situación de peligro nos unimos más que nunca, y por supuesto que el sumergirse en una realidad virtual espiritual produce un miedo espantoso. Situación que siempre se querrá remediar introduciendo en ella entidades protectoras de los débiles humanos, porque en los mundos virtuales espirituales el ser humano se suele quedar en muy poquita cosa. Miedos que tomarán cuerpo en lugares o personajes terroríficos de los que es muy difícil librarse, infiernos y demonios que sirven de justificación si no sales bien parado de la aventura, cosa que sucede a menudo.
Espero que me esté explicando lo suficiente para entender el grado de realidad que pueden adquirir las experiencias extrasensoriales en grupo. Aunque hayamos visto que suceden en una especie de sueño místico, no conviene olvidar la fuerte impresión de realidad que experimenta quien lo vive. No se trata de tenues ensoñaciones debidas a la sugestión, se pueden vivir autenticas películas de miedo o de gloria divina siendo el protagonista de forma muy real, sin tener la sensación de que se está viviendo una película. Si recordamos esos casos en los que dormidos soñamos con un elevado grado de conciencia, de tal forma que en el momento de despertar no estamos muy seguros si el mundo real es el de los sueños o el de la vigilia, tendremos un ejemplo del elevado impacto en la conciencia del individuo que pueden tener los sueños. Las percepciones extrasensoriales en hermandad provocan impactos de realidades compartidas de indudable existencia para quienes los viven. El sencillo y peligroso juego de la ouija pone de manifiesto con que sencillez podemos poner en marcha percepciones de otras supuestas realidades. Un sencillo mantra entonado en grupo desata unas fuerzas impresionantes. Y la invocación de cualquier entidad espiritual encuentra respuesta segura cuando se realiza al unísono por más de una persona creyente. Estas experiencias se hacen muy espesas y palpables para quienes las viven en grupo, bien podríamos decir que el grupo hace de amplificador y potencia su grado de realidad. Todas las mentes unidas crean unas realidades virtuales espirituales mucho más reales que si lo hiciera un cerebro solamente. Su grado de realidad puede llegar a ser tan poderoso que pueden hacer temblar nuestra realidad tridimensional. Siempre ha sido así: la realidad física se resquebraja ante los fenómenos paranormales. Desatado el fenómeno paranormal, apenas puede la persona incrédula negar su existencia. Hasta hace unas pocas décadas nadie se atrevía a negar la existencia del demonio, por ejemplo, personaje que tiene un voluminoso historial de manifestaciones físicas en nuestro mundo.
Pero la culturización del pueblo, que tanto querían evitar los poderes eclesiásticos del pasado, nos ha llevado a conocer otras religiones; y ahora nos preguntamos si esos escenarios que en las realidades virtuales espirituales se describen, sus fuerzas, sus entidades y sus personajes, son en realidad reales. De existir un cielo realmente, por ejemplo, no sabríamos como es, porque cada religión o secta lo describe de forma diferente, y con unos seres en su interior tan dispares de una descripción a otra que no podemos sino deducir que esos paraísos del más allá, con sus habitantes incluidos, no son sino creaciones de los seres humanos. Seguro que, para el creyente, el cielo que él conoce es el real, con todas sus fuerzas y entidades incluidas; pero, si nosotros hemos de ser imparciales y procuramos no inclinarnos por ninguna opción que no sea evidente, no encontraremos, en un análisis comparativo, ninguna que nos ofrezca más visos de realidad que las otras. Lo que nos lleva a deducir que todas son creaciones de quienes creen en ellas.