El dudoso significado de la terminología esotérica

En las librerías nos encontramos con diccionarios especializados en diferentes temas, ciencias o profesiones, que recopilan con suficiente homologación el significado de los términos.  Si conseguimos, por ejemplo, dos diccionarios de física de autores diferentes, veremos que las definiciones de las palabras en su esencia apenas tienen cambios substanciales que pudieran dar lugar a confusiones o errores; únicamente encontraremos variedad en matices que no afectan a las definiciones básicas.

Sin embargo, si comparamos algunos de los diccionarios que se han editado de esoterismo, observaremos grandes diferencias en el significado de algunas de sus palabras, e incluso veremos que numerosas de sus definiciones pueden llegar a ser tan diferentes que un vocablo puede tener significados opuestos según el autor que lo defina.  Por ejemplo: el “Yo” puede ser nuestra preciosa esencia espiritual en unos casos, y en otros puede referirse a nuestro demonio interno.

La falta de acuerdo en la terminología esotérica es el resultado del totalitarismo del que han hecho gala las vías espirituales en la Historia.  Su autosuficiencia, y su menosprecio por el resto de las otras vías espirituales, ha provocado una separación tan contundente entre ellas que aún perteneciendo a un mismo país, hablando la misma lengua, y presumiendo de tener un mismo dios, bien podríamos decir que utilizan idiomas diferentes.

En los casos en que los vocablos son los mismos, su significado puede variar tremendamente de una secta a otra.  Por ello, cuando uno está dispuesto a cambiar de camino espiritual, ha de tener en cuenta, antes de hacerlo, que deberá de aprender un nuevo idioma, donde probablemente las palabras apenas cambien, pero sí su significado.  Ésta es una nueva dificultad a sumar al ya considerable esfuerzo intelectual que se ha de realizar cuando se cambia de senda espiritual.  Dificultad idiomática que no padecen quienes no cambian de camino, pero se privan de aprender lo que otras escuelas enseñan.

En la actualidad, los grupos de vías de realización espiritual que forman el conjunto llamado de la Nueva Era son la excepción a esta regla.  Este conjunto de enseñanzas se ha puesto de acuerdo y utiliza vocablos similares, lo que nos permite seguir distintas vías espirituales sin tener que cambiar de idioma. 

Sin embargo, las sectas más fieles a las enseñanzas derivadas de milenarias vías esotéricas, mantienen sus vocablos tal y como ellos aseguran que se pronunciaban y se escribían hace miles de años.  No por veneración a quienes utilizaron ese idioma, sino porque se trata de un idioma sagrado, con sus palabras sagradas, que han de ser escritas y pronunciadas tal y como se escribían y pronunciaban hace miles de años, si se desea conservar su poder mágico. 

No hace falta ser un lince para sospechar que entre unas vías y otras,  derivadas de un mismo tronco milenario iniciático, no existe acuerdo en cómo se habrá de pronunciar o escribir muchas de esas viejas palabras sagradas para que no pierdan su añejo elixir milagroso.  Cada una de estas vías usa las palabras mágicas de forma diferente, y todos están contentos de cómo les funcionan.  (No cabe duda de que la fe mueve montañas).

También en las religiones madres de innumerables hijos, como pueden ser el Budismo o el Cristianismo, sufren esa descoordinación idiomática.  En las diferentes ramas de las grandes religiones se definen los mismos vocablos de forma diferente.  Y esto sucede porque las enseñanzas, aunque pertenezcan a un mismo tronco, derivadas de un mismo maestro, difieren tremendamente entre sí. 

En el mundo del espíritu, donde más debiera existir un perfeccionismo didáctico, es donde más caos existe.  Desorden que probablemente no se intentará remediar, pues a río revuelto ganancia de pescadores.  Marcar bien la diferencia, incluso en el idioma, da un carisma especial que ayuda a venderse mejor.

En el presente libro intentaré prescindir en lo posible de extraños vocablos de dudoso significado.  Ya son suficientemente dificultosos de entender los temas que estamos tratando como para enturbiarlos más con multitud de extrañas palabras.  Un estudio religioso o esotérico típico necesita de un diccionario aparte para entenderlo.  Aquí vamos a prescindir en lo posible de palabras que no sean de dominio público.  Incluso para definir situaciones difíciles de entender vamos a usar palabras de uso corriente.  Por ejemplo, vamos a llamar “atmósfera sagrada” y “realidades virtuales espirituales” a dos fenómenos extraordinarios que se dan en los caminos espirituales.  Estas dos frases ya definen por sí solas de qué estamos hablando.  La sencillez en nuestro vocabulario no nos va a impedir hablar de los grandes misterios espirituales.   También cuento con que la propia inteligencia del lector haga real el dicho de que a buen entendedor pocas palabras bastan.

 

Ver capítulo siguiente