Despedida

Han sido cuatro largos años dedicados especialmente a escribir este libro, cuatro años que se me han hecho interminables.  El esfuerzo creativo, intelectual ―al que no estoy acostumbrado― y la decisión que tomé de aislarme socialmente, para crearme ese ambiente típico de soledad que supuestamente todo escritor debe de tener, ―al que tampoco estoy acostumbrado― han hecho muy cuesta arriba mi vida durante este tiempo.  La verdad es que nunca pensé que me iba a salir un libro tan voluminoso, ni que me iba a costar tanto escribirlo.  Al principio me resultaba hasta divertida la idea de escribir, solamente tenía que ir relatando lo que había vivido e ir dando mis opiniones al respecto.  El empuje de creatividad y de servicio a los demás me fue de gran ayuda.  Pero a medida que iban pasando los meses, y aumentaba mi conciencia sobre la ardua tarea que me había impuesto, nuevas exigencias aparecían en mi mente.  Creí conveniente estudiar el tema de cada capítulo antes de abordar su escritura.  Los años vividos en mi pasear por las sectas me habían desconectado por demasiado tiempo de la evolución cultural de nuestra sociedad.  Y si ahora pretendía dirigirme al público, necesitaba saber lo que la gente sabía y opinaba al respecto.  Debía de conocer hasta donde había llegado nuestra cultura popular y la ciencia en el conocimiento de nuestro mundo y del hombre; sobre todo si quería dar un nuevo paso hacia delante.  Por lo que ya no se trataba solamente de escribir un libro, también debería de leer o estudiar muchos otros libros, de un espectro temático tan amplio como los diferentes temas que se tratan en cada uno de los más de cien capítulos de nuestro paseo por el interior de las sectas.

Y a todo ese esfuerzo hemos de añadir las tareas esenciales de la casa que toda persona soltera que vive sola en ella ha de realizar, así como trabajar las cuarenta horas semanales en una empresa que garantiza mi sustento.  Me había impuesto un programa de trabajo que sin lugar a dudas sobrepasaba mi capacidad de esfuerzo.  No me extraña que este capitulo, sin dificultad alguna, me esté costando más de un mes escribirlo.  Un impulso instintivo ―supongo que de supervivencia― me crea dificultades para continuar con esta vida espartana.  Mi mente ya se niega a seguir escribiendo.  La ilusión con la que antaño me sentaba ante el ordenador, ahora se ha convertido en rechazo.  Tengo muchas ganas de dar un descanso a mi cabeza, y, a su vez, tengo hambre de compañía.  La soledad me pesa ya demasiado.  Porque no solamente ha sido un apartarme de relaciones de pareja, o de las relaciones sociales típicas del tiempo de ocio, también ha sido el apartarme de la grata compañía de dios, o de los dioses, lo que me ha hecho muy cuesta arriba estos cuatro años; pues para una persona que siempre estuvo en una u otra santa compañía divina, prescindir de ellas es muy duro.

Fue al iniciar la escritura de este libro cuando decidí prescindir de los dioses, no solamente para no contaminar con su influencia subjetiva este estudio, sino porque ya había llegado a la conclusión de que no eran sino creaciones de nuestra mente que nublaban la inteligencia del hombre.  Y como todavía no sé generar una suficiente atmósfera sagrada que me haga sentirme unido a todo, y que supla la grata compañía de los dioses, he padecido la soledad más dolorosamente de lo que esperaba.

Hace más de un año me sentí aliviado porque creí haber terminado el libro.  Hice unas cuarenta copias y se lo di a leer a varias amistades.  Solamente fueron tres meses necesarios para darme cuenta que aquel escrito necesitaba una mejora.  Los comentarios que me fueron llegando de los lectores, y volver a leer texto, me convencieron de que tenía que darle un repaso.  Ya fuera por la profundidad y la complejidad de los temas tratados en el libro, ya fuera porque yo no había sabido explicarme con la suficiente claridad, el caso es que se me metió en la cabeza que el escrito necesitaba una ampliación y una corrección que aumentara su coherencia y su claridad.  Así que sufrí un nuevo año de duro trabajo intelectual que casi me cuesta una enfermedad.  El libro fue corregido por completo y ampliado, me creció unas cincuenta páginas, diez capítulos más. 

No cabe duda de que es éste un libro que puede ser repasado muchas veces, y probablemente nunca llegue a satisfacer por completo su acabado.  En mi opinión ya tiene la calidad suficiente para ser leído.  Creo haber cumplido el principal objetivo ―que me propuse al principio― de describir con claridad suficiente los peligros que tanto abundan por los caminos del alma.  Seguro que un nuevo repaso no le vendría mal, un profesional de la corrección mejoraría su lectura sin lugar a dudas; pero las personas interesadas en los temas que trata el libro, y especialmente las más afectadas por el fenómeno sectario, o sencillamente religioso, tardarían un tiempo precioso en conocer su contenido.  Y no me perdonaría nunca que, por un exceso de perfeccionismo, aquellas personas que están corriendo los peligros que acechan por los caminos espirituales acabasen sufriéndolos por no haber sido informadas a tiempo. 

Este libro cubre un vacío informativo en la dimensión religiosa del hombre que, en mi opinión, urge rellenar.  Urgencia que podemos atender con rapidez sorprendente gracias a los milagros de la moderna tecnología.  Hasta hace muy poco tiempo era impensable para un escritor ni siquiera soñar que su libro pudiera ser editado por todo el mundo al día siguiente de haberlo terminado.  Hoy en día Internet permite realizar semejante portento editorial.  Este libro va a ser editado en la Red a los pocos días de haberle dado un último repaso.  Si son necesarias nuevas correcciones, tiempo habrá de realizarlas.  La publicación electrónica permite modificar el texto en cualquier momento.

Tampoco voy a ocultar las ganas que tengo de que este libro llegue al público, a ese gran desconocido al que le he estado escribiendo durante cuatro años.  ¿Se imaginan ustedes a una persona que habita en un lugar remoto, donde el servicio de correos no le alcanza sino cada cuatro años?  ¿Se imaginan las ganas que puede llegar a tener esa persona de que lleguen a su destino las cartas que ha estado escribiendo durante ese tiempo?  Pues algo parecido me ocurre a mí.  Porque en este tiempo, aunque he sufrido la soledad, nunca fue una soledad total, pues siempre tuve en mente a los demás, a mis futuros lectores; en especial a aquellas personas que andan por las sectas, como yo anduve, o a aquellas otras que tienen intención de hacerlo, o tienen a algún familiar, o sencillamente están interesadas en el tema. 

Han sido cuatro años escribiendo para usted, amable lector o lectora; cuatro años en los que me imaginaba que usted iba conmigo por el interior de las sectas, mientras yo hacía de cicerone, y a su vez dejaba constancia escrita de lo que habíamos visto.  Han sido cuatro años de relación con usted, sin que usted lo supiera, escribiéndole todos los días.  Ahora le envío todas mis cartas, de golpe, en un libro. Y, aunque a ésta última la he titulado despedida, en realidad es un hasta pronto, o un hasta luego.  No estoy dispuesto a echarle de menos.  Ya me he acostumbrado a su presencia en mi mente, no quiero tomar más decisiones de aislamiento en mi vida.  Si deseo abandonar mi soledad, no sería un buen paso renunciar a su compañía; aunque haya sido una compañía virtual.  No creo oportuno que, por el simple hecho de que haya dejado de escribirle, nos despidamos ahora precisamente que usted va a tener noticias de mí. 

Soy un caminante, probablemente como usted; y, en cuanto ponga el punto final a este libro, voy a volver a coger mi mochila y a emprender de nuevo el andar.  Y es muy probable que nos podamos encontrar por los caminos, o, mejor dicho, por las nuevas sendas que vayamos abriendo.  Porque si usted ha elegido, como yo, explorar en la dirección que ya hemos expuesto en los últimos capítulos de este libro, para nosotros se acabó el pasear por viejos caminos, ahora se trata de abrir nuevos senderos por lo desconocido.  Tarea mucho más ardua que la de pasear.  Y demasiado trabajo para realizarlo en solitario.  Como los buenos arqueólogos que trabajan en equipo, es posible que nos encontremos en la misma expedición arqueológica, buscando nuevas evidencias sobre la vida y sobre la Humanidad. 

Por consiguiente, no me estoy despidiendo, en realidad lo que estoy diciendo es que pronto nos veremos, aunque sea en el ciberespacio de la Red.  Donde toda persona que desee ser participe o testigo de nuestros pasos, podrá encontrarnos en: “www.virtualismo.com”.  Así que, hasta pronto.

Guzmán Marín - 1999