La sanación
De todos es conocido que en el seno de las sectas no sólo se rehabilitan drogadictos. Las artes curativas desarrolladas en ellas abarcan prácticamente la curación de todas las enfermedades existentes. Mucho antes del nacimiento de la medicina, los chamanes y los brujos ya daban a sus enfermos pócimas medicinales envueltas en rituales esotéricos. Innumerables métodos terapéuticos, muchos de ellos de carácter milagroso, son utilizados por las sectas en sus curaciones. Unos trabajan con la bioenergía corporal, otros en la mente del paciente, y otros en el nivel espiritual. Todos ellos usan los diferentes elixires, que han conseguido extraer de las dimensiones sagradas, y los aplican a sus técnicas terapéuticas particulares; son sus poderes curativos sobrenaturales.
Veamos algunos de ellos: Los hay quienes afirman que toda enfermedad es una falta de energía en el cuerpo o una falta de armonía de las corrientes energéticas, y entre ellos nos encontramos a aquellos que utilizan las manos para canalizar la bioenergía, rellenar los vacíos energéticos o armonizar las corrientes por el cuerpo. La imposición de manos es un gesto ritual ancestral de muy variada utilización. A través de ellas fluye nuestra energía vital, de tal forma que cuando alguna parte de nuestro cuerpo nos duele, instintivamente ponemos la mano allí para aliviarnos. Sin necesidad de ser curanderos todos sabemos que nuestras manos si no curan al menos alivian las dolencias. Pero el sanador explota al máximo esta propiedad de las manos, y a través de ellas dice canalizar todo tipo de energías milagrosas que curarán al más enfermo. También los hay que, poniéndose a la altura de las nuevas tecnologías, aseguran que no necesitan ponerle la mano encima a nadie para curarle y que son capaces de hacer el milagro por control remoto, enviando su curativa energía por el éter hasta quien la necesite.
Otras técnicas de armonización energética utilizan las piedras y las gemas, otras las esencias florales, otras las meditaciones, el Yoga, etc.
Y entre quienes trabajan con la mente del paciente se encuentran, por supuesto, aquellos que creen que toda enfermedad es producto de un desequilibrio mental; por consiguiente, su terapia habrá de ser aplicada a la mente del paciente, de tal forma que para dar la salud a una persona enferma, solamente hay que convencerla de cambie la actitud mental que está originado su enfermedad. Desde hace décadas ha sido la hipnosis muy utilizada para estos propósitos; pero hoy está haciendo furor la imposición del pensamiento positivo, en el consciente, claro está, porque hasta el inconsciente no se si seremos capaces de llegar y cambiar esos oscuros y negativos pensamientos ancestrales que llevan miles de años haciéndonos la puñeta.
Luego tenemos a los sanadores espirituales. Estos, como es de esperar, afirman que el origen de nuestras enfermedades está en nuestra alma, y no dudan en tratarla. Y como ellos no suelen ser capaces de llegar hasta allí, ―donde se encuentra nuestro espíritu― invocan al Espíritu Santo o al mismísimo Jesucristo, para que les haga el trabajo. La Virgen María también es una buena curandera, recordemos los milagros de Lourdes y Fátima; y en todas y cada una de las abundantes apariciones, que lleva a efecto cada año, siempre hace alguna sanación milagrosa como regalo a alguno de sus devotos. Tampoco hemos de olvidar las abundantes reliquias de santos a la que se les atribuyen propiedades milagrosas.
El espiritismo también nos trajo otra curiosa forma de sanación espiritual: son las canalizaciones. Hay sanadores que aseguran no tomar parte en las curaciones que llevan a cabo: dicen que quien realmente trata a sus pacientes es algún eminente doctor fallecido que se encarna en ellos cuando están en trance. Otros afirman que en ellos se encarnan fuerzas especiales del más allá o alguna que otra divinidad para curar a las gentes.
Luego tenemos a los afiliados al chamanismo, especialistas en relacionarse con los viejos espíritus de la Naturaleza, fuerzas ancestrales que también se dignan en curarnos. En muchas sectas se está volviendo a relacionarse con estos espíritus de la Naturaleza. Y los chamanes nos aseguran que el olvidarnos de aquellas deidades de andar por casa nos está saliendo muy caro: la degradación de nuestro planeta y nuestras modernas enfermedades ―dicen― es consecuencia de una falta de respeto por la Naturaleza. Y nos aconsejan recordar ese costumbrismo ancestral de no mover una piedra sin consultar al espíritu de la montaña, y de no manipular los ríos sin pedirle consejo al espíritu de las aguas. (No cabe duda de que nuestros ingenieros de obras públicas están siendo muy desconsiderados con ellos). ¿Cómo estará el espíritu del viento con tanta contaminación en el aire? ¿Y el de las plantas con tanta devastación de los recintos selváticos? ¿Y el de los animales salvajes? No es de extrañar que cuando, los pocos chamanes que nos quedan, nos traducen el sentir de los espíritus de la Naturaleza, nos comuniquen que están muy disgustados. Yo me lo pensaría antes de ponerme en sus manos, con lo enfadados que deben de estar con el hombre moderno, causante de todas sus desdichas, en vez de curarnos, igual tienen decidido acabar con nosotros para así salvar lo poco natural que queda en nuestro planeta.
Pero como todos somos libres de elegir sanadores, y sobre gustos no hay nada escrito, elijamos lo que elijamos, yo recomendaría hacerse un chequeo por profesionales de la medicina oficial de vez en cuando para observar si nuestra dolencia progresa hacia la curación o está empeorando. Normalmente, cuando uno se pone en manos de estas personas profesionales de la sanación, se nos aconseja que no nos apliquemos ningún otro remedio aparte de aquellos incluidos en su terapia, pues podríamos perturbar su proceso sanador. Esto hasta cierto punto es lógico, diferentes terapias pueden ser incompatibles. Pero lo que sí podemos hacer, sin perturbar en absoluto la sanación, es hacernos una revisión médica de la dolencia que estamos intentando curarnos. Sin embargo, aunque parezca extraño, esto no se suele hacer. Primero porque la persona que ha solicitado una sanación es porque ha perdido la confianza en la medicina oficial, y no se fía ni de que le miren el pulso; y, segundo, porque hacerse un chequeo significa que se duda de los resultados de la sanación, y eso puede suponer una merma en la fe necesaria para la curación milagrosa, y un insulto a las fuerzas divinas que le están intentando curar a uno. Hay muchas personas profesionales de la sanación que se ofenden si a sus pacientes se les ocurre hacerse un análisis de sangre o mirarse la tensión para ver como progresa la enfermedad de la que están intentado curarse. Si es éste nuestro caso, podemos hacernos la revisión médica a escondidas, como ya aconsejé en el capítulo del ayuno. Ya sea de una forma o de otra, la revisión no sólo me atrevo a aconsejarla sino que la considero obligada, sobre todo si nos estamos intentando curar de dolencias graves. Si la curación marcha bien, los resultados del chequeo nos lo confirmará, y, si estamos empeorando, también nos lo confirmará. Se puede pensar que no es tan necesaria la revisión médica como afirmo, pues, las personas notamos cuando nuestro organismo mejora o empeora. Esto es cierto, pero también es cierto que los profundos niveles de sugestión, que se nos pueden inducir en las sanaciones, nos pueden hacer pensar, e incluso sentir, que estamos mejorando, cuando en realidad estamos empeorando. Como ya comentamos cuando hablamos sobre los indicadores del rumbo, un argumento típico, de este tipo de sanaciones, es que previamente a toda curación se produce un empeoramiento. Esto sucede muy a menudo en estas curaciones, es como una crisis que se produce al iniciar la terapia, que incluso se interpreta como un síntoma de que el tratamiento está empezando a ser efectivo. Yo vuelvo a insistir en que abandonemos la sanación si el empeoramiento se alarga demasiado. Es muy corriente observar en el seno de sectas con cariz sanador ―que son la mayoría― a muchos de sus miembros asegurar que su proceso curativo espiritual va de maravilla, pues se encuentran cada día peor. Se dan todo tipo de explicaciones esotéricas al incremento de sus males. Incluso si el fanático paciente es creyente en la reencarnación y en el Karma, puede permanecer sufriendo toda su vida enfermedades y crisis curativas sin mover un dedo fuera de las terapias esotéricas que él conoce, considerando sus dolencias como naturales consecuencias del Karma, padecimientos que soportará estoicamente durante toda su vida, y aún pensará que necesitará de más vidas padeciendo para terminar de pagar su deuda Karmica. Esto no es serio, pero sucede muy a menudo. Y cuando alguna de las personas, sumergidas en semejantes padecimientos sanadores, pierde la fe, despierta de la pesadilla y decide abandonar tan penosa terapia, se le suele aconsejar que no lo haga, pues abandonar la sanación en un momento tan crítico es muy perjudicial para la salud (y sobre todo para el bolsillo del sanador o para el prestigio de la secta sanadora).
No vamos a negar que algo de razón tienen los sanadores con todos estos argumentos, pero nunca hemos de olvidar que la salud es nuestra responsabilidad. Por ello, no debemos de dejar a un lado nunca las revisiones médicas cuando estemos llevando dichos tratamientos. Si nos estamos curando, nos darán una alegría cuando nos den los resultados de los análisis, y, si no es así, tiempo tendremos para tomar otras decisiones. Ya son demasiados los casos de personas que, por confiar ciegamente en cierto tipo de sanación y no hacerse revisiones médicas, acabaron en el hospital en peor estado que estaban cuando abandonaron la medicina oficial.
Sé que para las personas que confían su curación a las divinidades, dudar de ellas es casi un sacrilegio. Creen en sus sumos sacerdotes cuando les dicen que pueden curarlos, creen en ellos incluso cuando les aseguran que sus enfermedades son producto de espíritus malignos, y que para curarse necesitan un exorcismo.