El yin y el yan, el ki y el prana
Volviendo a recordar el capítulo de la transmutación de las energías, y como continuación del de la Astrología, vamos a centrarnos ahora en otros diferentes matices energéticos que varias vías espirituales o esotéricas nos muestran. Uno de esos principales matices nos llega del taoísmo, en esta vía espiritual se afirma que todas las realidades existentes se sustentan por estar sometidas a la dualidad. Sólo existe una realidad total e infinita que existe por sí misma, y ésta es el Tao. La creación se forma al dividirse esta magnitud universal primordial e infinita en innumerables pares de opuestos que dan realidad a todos los elementos de nuestra realidad. Es como si toda la creación funcionase a pilas, cada elemento de ella tiene su polo positivo y su polo negativo por el que circula una corriente que lo mantiene en la dimensión de la realidad, y a su vez cada elemento es un polo opuesto de otro elemento similar a él pero diferente, entre los cuales también circula una corriente o una energía que les da vida a ambos; se trata una atracción repulsión semejante a la fuerza de gravedad compensada por la fuerza centrifuga que mantiene en equilibrio a los sistemas planetarios y a los átomos.
La teoría del Yin y del Yang nos dice que nada existe sin polaridad, de hecho, nos dice que es precisamente la polaridad lo que da la vida. Toda la creación parece haber sido llevada a efecto por un poderoso ordenador y programada en un sistema binario. Todo es reducido por esta doctrina a Infinidad de dualidades en una compleja interrelación: Cielo y tierra, masculino y femenino, frío y calor, alto y bajo, positivo y negativo, vida y muerte, vacío y lleno, acción e inacción, expansión y contracción, separación y unión, grande y pequeño, blanco y negro, etc. Son las innumerables formas que adopta el Yin y el Yang, en un difícil equilibrio entre su atracción y repulsión mutua. El camino del Tao enseña a buscar ese equilibrio en todas las cosas; por supuesto, también en uno mismo.
La mayor dualidad que nos afecta más directamente a los seres humanos la forman dos energías primordiales que nos llegan una de arriba, del cielo, que nos entra por la cabeza, y otra de abajo, de la Tierra, que nos entra por la parte inferior del cuerpo. Ellas son el aspecto energético de la eterna dualidad humana entre la materia y el espíritu. Casi todas las vías esotéricas, que se dignan a esquematizar las corrientes que circulan por nuestro cuerpo, nos hablan de estas dos principales entradas de energía. Nuestro delicado y poderoso sistema bioenergético es alimentado por la corriente bioeléctrica que se forma entre estos dos polos, uno positivo y otro negativo. Toda nuestra maquinaria vital es abastecida por esta corriente que pone en funcionamiento al resto de los chacras según le ordene nuestro programa de selección de preferencias.
Pero los chacras no sólo realizan la función de estimular los nervios, provocarnos sensaciones y llevarnos a actuar, también tiñen nuestra visión con su color particular. Estos centros energéticos, cuando están radiantes, emiten sus radiaciones, colorean nuestra aura, y todo lo que vemos a través de ella lo observamos del mismo color, como si lleváramos unas gafas del color predominante en nuestra aura; de ahí que la vibración del chacra en particular que esté irradiando más en nosotros será el que más condicione nuestra visión del mundo. Esto nos muestra que el cuerpo no es solamente elemento de percepción y experimentación, sino que además es una especie de proyector de luz coloreada que nos pinta todo lo que vemos. Nuestra visión está impregnada de nuestras propias energías personales. Y cuando se trata de realidades virtuales espirituales, entonces, si es un sólo chacra el que domina sobre los demás, no se limitará a colorear la realidad virtual, también la invadirá, ocupándola totalmente y actuando como lo hacen los dioses, de forma absoluta, convirtiéndose en la esencia de todo, en la sustancia con la que se construye ese mundo virtual espiritual; la energía del chacra será la fuerza creadora de la vida, la esencia del universo, virtual, por supuesto. En el sueño esotérico sucede como en los sueños normales, si en ellos prima la energía sexual ―por ejemplo― será un sueño erótico, y, si prima cualquier otra energía, será ella la que imprima sus propiedades en los escenarios soñados y en sus personajes.
Como ya hemos advertido en los capítulos anteriores, baste estudiar algunas de las energías más populares en esoterismo para observar en ellas el mismo viejo y ancestral totalitarismo de los principales dioses de las religiones. Cada una de estas energías, para sus seguidores, son tan únicas, básicas e imprescindibles para la vida, como lo es cualquier dios de cualquier religión para sus devotos. Se trata del mismo totalitarismo virtual típico en la mayoría de los espíritus sectarios.
Si en una vía esotérica en cuestión prima el chacra del sexo sobre los demás, pues sus seguidores creen que la sexualidad es la función primordial de la vida, el elixir de la evolución espiritual, la fuerza del alma, el fuego alquímico de la transmutación, etc., estos creyentes verán sexualidad hasta en las piedras, pues para ellos el sexo es un dios omnipresente. La creación fue el resultado de un acto sexual divino, un parto a lo bestia. E intentarán divinizar toda sexualidad que vivan en su cuerpo.
Pero si vamos ascendiendo por el cuerpo, a la altura de las tripas, nos encontramos con el Ki, energía también llamada Chi, muy popular en los ambientes de las artes marciales. Por supuesto que también se considerará como la energía vital cósmica que habita en el universo y da vida a todos lo seres que lo pueblan. Según el arte marcial que la trabaje, será utilizada para romper con la frente un montón de ladrillos ―sin romperse uno la cabeza―, para derribar al oponente que tenga un Ki más bajo que el nuestro, o para entrar en una danza cósmica que termine con las narices de nuestro oponente en el suelo por no ser tan buen bailarín como nosotros.
Bromas aparte, como en el caso del sexo, quienes trabajan con esta energía se la toman muy en serio, reside en el Hara, centro energético que está debajo del ombligo. (Yo apenas la he experimentado y no puedo hablar de ella con propiedad). Podríamos decir que quien la experimenta siente una especie de armonía sagrada, de fuerza de vida que exige todo un esforzado trabajo interior para poder ser vivida en plenitud.
Si ahora nos centramos en el Yoga, y nos detenemos a la altura del pecho, nos encontraremos con el depósito más importante de Prana, otra energía tan totalitaria para sus seguidores como las otras dos anteriores; se trata, por supuesto, de la energía universal que da vida a todo lo existente. Mediante el pranayama, ejercicio respiratorio que el aficionado al Yoga realiza muy a menudo, se toma el Prana del aire, se acumula en los pulmones y después puede ser utilizado para revitalizar cualquier zona del cuerpo.
(Me temo que en nuestros ambientes urbanos no podrá funcionar el pranayama como antiguamente; el Prana acumulado en nuestros pulmones puede llegar a ensuciarse tanto por la contaminación atmosférica que podemos acabar llenos de toxinas en vez de la sutil energía que andábamos buscando).
Continuando con nuestra ascensión por el cuerpo llegamos al tercer ojo, a la glándula pineal. Sus fervientes partidarios ven luz en todas las partes, y si no la ven se la imaginan, sobre todo en la realidad virtual que se inventan. La luz divina todo lo impregna, todo es luz, la vida es luz, y la luz es dios, nosotros somos luz y el único camino es el que lleva a la luz. Estos son los más visionarios de todos los seguidores de estas diferentes modalidades energéticas. Las reacciones de este chacra se producen precisamente en el centro de la cabeza y no necesitan de ser emitidas al exterior para afectar a la visión de las cosas. En muchas ocasiones la luz que ellos ven no llega más allá de sus narices.
Y no nos olvidemos de los amantes de las divinidades que no cesan de cantar, como trovadores enamorados, las glorias del amor divino. Ellos viven en un mundo rosa donde todo es amor, pues la omnipresente divinidad amorosa que ellos adoran todo lo impregna. Quizás estos son los más dichosos, hoy en día es muy difícil encontrar unas gafas de color de rosa que nos convenzan de que todas las barbaridades que suceden cotidianamente en este planeta están impregnadas de amor.
Cada una de estas modalidades energéticas deja bien claro que cuando algo no marcha bien, o se produce una enfermedad, es porque vivimos un desequilibrio energético o porque sufrimos alguna carencia de su energía particular: No sabemos mantener en equilibrio el Yin y el Yang en esa situación, estamos desperdiciando nuestra energía sexual, tenemos muy bajo el Ki, estamos sufriendo una deficiencia de Prana, nos falta luz, no hay amor en nuestra vida o ―recordando el capítulo anterior― no nos favorecen los astros.
Hay explicaciones para todos los gustos. No terminaríamos nunca de hablar de estas diferentes energías totalitarias. En los innumerables métodos que utilizan los sanadores y sanadoras de las medicinas alternativas, nos encontramos con una gran variedad de energías con personalidad propia, todas ellas bastantes diferentes entre sí, con propiedades muy dispares e impregnadas de la personalidad del sanador o sanadora que inventó el método de aplicarla. Y todas ellas con las susodichas características totalitarias, de las que se resalta ex profeso sus facultades sanadoras, cuando no milagrosas. No es el sanador quien realiza la curación, es esa energía especial elevada a la categoría de divina quien sana al paciente. Y la enfermedad, por supuesto, es la carencia de esa energía particular. El resto de las energías que desconoce cada sanador no tienen importancia para él, pues la suya, la que él utiliza, es la mejor, la verdadera y la única. ¿Existen grandes diferencias entre esta actitud con las energías y la postura que adoptan las religiones con sus deidades particulares?