Las realidades virtuales espirituales

Hagamos una lista de estos mundos del más allá para que podamos ir ampliando la idea que tememos de ellos, pues seguro que al menos uno ya lo conocemos.  Empezaremos por la realidad virtual espiritual que más nos atañe, la que se extendió por Occidente basada en las viejas creencias hebraicas plasmadas en el antiguo testamento de la Biblia.  En ella existe un cielo feliz plagado de ángeles y de personas que fueron buenas en vida, y donde reina un dios todo poderoso creador de todas las cosas, y, en contraposición, existe un infierno lleno de demonios y de personas que fueron malas, donde reina el demonio más malo de todos.  Los cimientos básicos de esta realidad virtual son antiquísimos, pero al paso de los siglos y de los milenios se fueron añadiendo “pequeños detalles” en su construcción.  Diversos enriquecimientos literarios sin importancia a no ser porque causaron grandes guerras y millones de muertos.  Se supone que el pueblo judío se quedó con la versión antigua.  Los cristianos introdujeron a Cristo y lo sentaron a la diestra del gran padre creador, algo con lo que no estaban de acuerdo los árabes, ya que para ellos el profeta del dios bíblico es Mahoma.  Y a estos cambios en las sagradas escrituras le sucedieron otros y otros, hasta hoy en día, época en la que existen multitud de religiones derivadas de ellos, cuyos mundos virtuales son muy parecidos entre sí, pero con alguna modificación que les costó la expulsión de la religión madre por su sacrílego atrevimiento. 

Sin salir de nuestra civilización podemos llegar a conocer una gran cantidad de estas variantes derivadas del tronco original hebraico, repartidas por el gran abanico de sectas asentadas en nuestras ciudades, donde también podemos encontrar realidades virtuales espirituales ajenas a la Biblia, y a nuestro tradicionalismo religioso.  Porque en la antigüedad existieron otras grandes creencias, diferentes escenarios espirituales a los descritos en la Biblia.  Algunos de ellos muertos o casi muertos, porque no tiene creyentes que los mantengan vivos, y si los tienen son en pequeño número; mundos que han acabado convertidos en literatura fantástica o infantil, como son aquellos donde habitan las hadas, los gnomos o los vampiros.  Entre los mundos espirituales más importantes desaparecidos tenemos al mismísimo Olimpo griego, lleno de poderosos dioses que gobernaron sobre los antepasados que vivieron en los orígenes de nuestra civilización occidental.  Y no olvidemos las realidades virtuales espirituales egipcias, plagadas de deidades. 

De estos mundos desaparecidos merece destacar la enorme cantidad de animales mitológicos que los poblaban, desde el famoso Minotauro hasta los dragones que raptaban a las princesas en el medioevo.  En este sentido la Biblia es una excepción de realidad virtual, en ella apenas residen personajes que no sean de forma humana.  Si descartamos las alas de los ángeles y los cuernos de los demonios, sus personajes tienen cuerpos bastante parecidos a los que tenemos nosotros.  Pero esto no es siempre así, en el resto de realidades virtuales nos encontramos con mundos exóticos plagados de dioses y de demonios de los más variados aspectos, donde las formas animales se entremezclan con las humanas.  La combinación más típica es la compuesta por un cuerpo humano y una cabeza animal.  El hinduismo contiene muchas de estas combinaciones, en los templos de la India nos podemos encontrar en los altares con un dios elefante, con otro dios mono, o con una diosa serpiente.  Aunque conviene aclarar que al mal le gusta disfrazarse mucho más que al bien, pues hay más diferencias con los humanos en los personajes malvados, con rostros terroríficos y cuerpos mitad animales mitad hombres, que en los personajes destinados al bien.  Está claro que los creadores de estos seres querían dejar bien claro la bondad de las personas de aspecto normal.

También existen notables diferencias respecto al “espacio” donde presumiblemente se ubican las realidades virtuales espirituales.  Popularmente situamos nuestro tradicional cielo allende las estrellas, y a nuestro infierno en algún lugar de las profundas entrañas de la Tierra, sin que tengamos muy claro donde se encuentran realmente.  Sin embargo, otras creencias sitúan a sus personajes espirituales en escenarios diferentes.  Mereciendo especial atención las creencias animistas, muy profesadas por el hombre primitivo, y que han perdurado hasta nuestros días.  Los dioses o espíritus de la Naturaleza no se suelen encontrar en cielos o infiernos semejantes a los bíblicos, sus hábitats espirituales son de los más extraño y sofisticado; aunque en ocasiones no son  lugares ajenos a nuestra realidad.  Un dios de una montaña se puede encontrar en las entrañas de su montaña, y el dios de cualquier raza de animales puede campar por los prados con sus manadas.  En el sinto japonés tenemos como ejemplo un gran panteón de dioses o espíritus de la Naturaleza.  En el chamanismo también observamos abundantes ejemplos de estos dioses y demonios de la Naturaleza, que han conseguido su resurgimiento en nuestra sociedad gracias a la proliferación de sectas animistas.    

Conviene reseñar que existen miles y miles de seres espirituales de naturaleza debido a que cada cultura, cada civilización o pueblo, que profesa cultos animistas, tienen sus dioses y demonios particulares diferentes a los demás pueblos, aunque sean espíritus de una misma planta, raza de animales, ríos o montañas.  Un dios de las vacas de una zona del mundo no se parece en nada al dios de las vacas de otro lugar, aunque las vacas sean iguales.  Por ello existen miles y miles de dioses repartidos por todo el planeta, aunque reinen sobre las mismas especies.  Ello es debido a que en cada lugar nacieron de creadores distintos, de diferentes culturas y civilizaciones; recordemos a los druidas celtas en Europa, a los chamanes indios americanos, a los mayas, y a la enorme variedad de pueblos asiáticos donde surgieron rituales animistas practicados desde hace miles de años.

Las creaciones virtuales espirituales parecen tener vida propia: nacen, crecen, se reproducen y hasta algunas han llegado a morir.  Para su nacimiento solamente necesitan de un grupo de influyentes videntes que la experimenten en su sagrado sueño compartido, después vendrá la santa anunciación al resto de la sociedad, y, si todo les es propicio a la criatura, y no se la ha engullido otra creencia contraria, el paso de los siglos la hará crecer aumentando su número de creyentes.  Si la suerte o la espada de sus defensores continúan animando su crecimiento, sobrevendrá el siempre doloroso y trágico trance de la reproducción, del cisma, del sector de herejes que percibirán en el mundo virtual original algún cambio sacrílego para su creencia madre. Y a un cisma le podrá seguir otro y otro, llegando a niveles de reproducción sorprendentes como en el caso del cristianismo.

Aquellas personas, muy interesadas por estos temas, quizás se sientan frustradas al creer imposible asistir a un nacimiento de una realidad virtual espiritual, porque habitualmente se consideran creaciones muy antiguas.  Para su alegría, he de decirles que la capacidad creadora de aquellos que experimentan la atmósfera sagrada no ha desaparecido, se continúan generando nuevas realidades espirituales, en realidad nunca se ha detenido el proceso creador.  Incluso en los momentos de un mayor monopolio de la espiritualidad por las religiones universales, los creadores de nuevas realidades virtuales, aunque no se atrevían a crear mundos totalmente nuevos, modificaban el mundo de su religión madre y creaban una nueva religión. 

La creatividad provocada por la atmósfera sagrada, religiosa en estos casos, no se detiene nunca, y se adapta a los cambios culturales de las sociedades.  Asistir a un nacimiento de una realidad virtual espiritual totalmente nueva sí que es mucho más difícil.  No porque nuestros antiguos tuvieran más imaginación que nosotros, sino porque un nuevo mundo espiritual solamente podrá nacer de una civilización nueva.  Recordemos que estos sueños compartidos nacen de la cultura de los pueblos que los sueñan.  Ahora podríamos preguntarnos si nuestra cultura es lo suficientemente novedosa como para que emerjan de ella realidades virtuales espirituales totalmente nuevas.  Pues parece ser que así es.  El moderno desarrollo tecnológico de nuestra civilización nos aporta un nuevo ingrediente cultural esencial para crear nuevas realidades virtuales espirituales no nacidas de otras viejas.  Este es el caso de los mundos de ciencia-ficción plagados de extraterrestres.  Los estudiosos del fenómeno religioso están de enhorabuena, pueden observar en vivo el nacimiento de una realidad virtual espiritual, el fenómeno ovni esta ahí con su gran número de creyentes que aumenta día a día. 

También conviene recordar en este capítulo que, a pesar del inmovilismo de muchas religiones, los mundos virtuales espirituales están en continuo cambio, sobre todo en nuestros días, cuando tantos cambios suceden sin cesar en nuestra sociedad.  Cuando una religión defiende su inmovilismo a ultranza, corre el riesgo de perder su integración con una sociedad en progreso.  Una de las claves del éxito en la propagación de muchas sectas es su flexibilidad a la hora de adaptarse a los movimientos culturales de los pueblos.  La cultura y las realidades virtuales espirituales conviven en un régimen interactivo, influyéndose mutuamente; si la creencia se niega a ser influenciada por los cambios sociales corre el riesgo de morir.  En estos tiempos de libertades, están sucediendo enormes cambios culturales a una velocidad sorprendente.  Las realidades espirituales están experimentando unos cambios como nunca sucedió en la Historia, y a un ritmo muy poco habitual, pues siempre estos cambios necesitaron mucho más tiempo que el que ahora necesitan para cuajar en las masas de creyentes.  No cesan de desaparecer viejos métodos de realización espiritual mientras aparecen otros nuevos.

Otra consecuencia de esta exuberante creatividad es la cantidad de mezclas de estos mundos que se están produciendo en la actualidad en las sectas, cogiendo un poco de este mundo y otro poco de otro, unos personajes de éste y otros de aquél; resultando de esos cócteles divinos asombrosos mundos espirituales donde Jesucristo se sienta al lado de Buda, o la virgen María lucha contra los dragones medievales.  A medida que aumenta en la población el conocimiento de nuevas realidades virtuales espirituales, es inevitable que se creen nuevos mundos en el más allá mezclas de todos ellos. 

Cuando se estudian las grandes obras de la Humanidad se suelen ignorar las creaciones espirituales, al hombre le cuesta reconocer su capacidad creativa de dioses y de demonios, como también le costó reconocer que sus sueños son creaciones suyas.  El creyente no puede deducir que la realidad virtual espiritual en la que cree sea creación suya o de sus antepasados, pues él mismo se considera una creación de las entidades divinas que él considera creadoras de toda forma de vida.  Digamos que él se considera una creación de sus propias creaciones espirituales.  Aptitud suficiente para dar viso de realidad a sus sueños espirituales y olvidar su protagonismo y participación en ellos.

Y, como se puede sospechar, el hombre ha creado a lo largo de su Historia infinidad de divinidades que se le antojaron creadoras del mundo, del universo y de él mismo.  Han existido, existen y existirán, multitud de entidades divinas creadoras del universo, con notables diferencias entre sí. (Digo esto para quienes pueden llegar a pensar que se trata de un solo dios con diferentes nombres).

Podríamos continuar realizando un análisis comparativo de estas deidades y realidades virtuales espirituales más detallado, pero dudo si será muy conveniente para mi seguridad en este mundo, demostrar con demasiados detalles, que todo escenario religioso de los otros mundos son una realidad virtual.  Muchos creyentes se sentirán insultados ante semejante atrevimiento y podría crearme demasiados enemigos.  (Aunque sería aplaudido cuando calificara de ilusión una creencia que no fuera la suya).  No sería el primer escritor perseguido a la antigua usanza por herir la frágil estructura de estas realidades virtuales.  La violencia con que se han defendido siempre estas santas realidades ha sido espantosa.  A lo largo de la Historia se desataron multitud de trágicas guerras donde los creyentes en unas realidades virtuales espirituales intentaban borrar del mapamundi al resto de creyentes en otras para imponer así la suya.

Cabe preguntarse cómo es posible que estas santas realidades hayan dado cabida ―y sigan dando― a tanta violencia.  Si la atmósfera sagrada es el seno de donde surgen, y ésta es una atmósfera de amor y de paz y origen de los milagros, ¿cómo es posible que tenga cabida en ella la violencia?  Si volvemos a retomar el ejemplo comparativo del sexo, observaremos que él también es muy positivo en sí mismo, pero es también un gran generador de fantasías.  La imaginación se desborda en proporción directa a la intensidad de vibración experimentada ya sea ésta sexual o sagrada.  En un caso serán las fantasías sexuales, y en otro serán las fantasías espirituales.  Creaciones mentales que podrán ser tan positivas como las energías que las alimentan, o, por el contrario, podrán ser creaciones perversas brotadas de las semillas del mal humano plantadas en las energías vírgenes.  Entonces tendremos las aberraciones, sexuales en unos casos, y sagradas en otros; violaciones y agresiones sexuales o espirituales.  La perversidad generada por la mente humana es capaz tanto de dañar la función tan positivamente creadora del sexo como la de la atmósfera sagrada.  Lo más habitual es que la mente humana realice sus creaciones mezclando tanto el bien como el mal en ellas, consiguiendo así infinidad de matices.

A lo largo de este estudio no cesaremos de observar la gran cantidad de variopintas creaciones que la mente de los artistas esotéricos han creado y  continúan creando, e intentaremos descubrir aquellos aspectos que en su origen no son precisamente sagrados aunque se presenten como tales.

Estas fuerzas o personajes de las realidades virtuales espirituales son representaciones de nuestras profundas fuerzas o pulsaciones psicológicas, que podemos percibir a través de la percepción extrasensorial.  Nuestro subconsciente nos representa nuestras propias realidades internas de esta forma semejante a como lo hace cuando dormimos en los sueños.  Las realidades virtuales espirituales son sueños, no son creaciones conscientes, pero no por eso dejan de ser importantes, en ellas se encuentra representada toda nuestra profunda realidad, e incluso influyen en nuestra realidad física.  La mayor diferencia con los sueños del dormir radica en que las realidades virtuales espirituales son sueños compartidos por quienes creen en ellas, no por el resto de personas no creyentes o creyentes en otras realidades virtuales.  De ahí que cuando se otorga realidad, a una de estas ilusiones espirituales, se anulen automáticamente el resto de las demás.  Un creyente que “sueña” en la realidad virtual de su creencia no puede creer en otra diferente, pues no se pueden tener dos sueños simultáneamente.  De ahí que existan tantas creencias tan diferentes y tan incomprendidas entre sí. 

Si todos los grandes videntes espirituales hubieran visto un mismo cielo, un mismo dios o unos mismos personajes espirituales, no habría problema, todos creeríamos que son ciertos.  Pero, como sucede en el mundo de los sueños, nuestra realidad interna se escenifica de forma diferente según sea un individuo u otro quien sueña.  En unos grupos humanos el bien y el mal se escenifican de distinta forma a otros grupos, todo depende de la cultura a la que pertenece cada grupo, y si en uno el representante supremo del bien aparece con un aspecto determinado, en otros lo hace de forma diferente.  Después suele venir la disputa entre grupos de creyentes en un tipo de representación o de otro, defendiendo unos una imagen y otros la otra, defendiendo uno a un dios y otros a otro, sin explicase cada uno cómo el otro puede ver algo diferente a lo que ellos están viendo.

Los escenarios de nuestros sueños cuando dormimos son creaciones nuestras, de nuestra mente, aunque no las realicemos conscientemente; en ellas se representa únicamente nuestra vida interior, aunque muchos de los personajes que aparezcan en nuestros sueños nos hablen y nos dé la sensación que no son creaciones nuestras.  En las realidades virtuales espirituales sucede lo mismo, pero habitualmente de forma compartida, lo que aumenta el grado de realidad del sueño esotérico.  En las diferentes atmósferas sagradas, donde se crean o se recrean estos sueños de realidades virtuales espirituales, las entidades espirituales o fuerzas divinas son parte de nosotros por mucho que creamos que no tenemos nada que ver con ellas y que existen por sí mismas.  Soy consciente de que esto es muy difícil reconocerlo, en especial para el creyente; al igual que cuando estamos soñando nos será casi imposible reconocer que tanto el escenario así como los personajes de nuestro sueño son creaciones de nuestra mente.  Despiertos, podemos entender que el toro, aquél que nos perseguía en un sueño, es una creación de nuestra mente; pero, cuando lo soñamos, sufrimos la trágica persecución como si fuera real.

La atmósfera sagrada es propicia para “soñar sueños compartidos” vividos con tal grado de realidad que se convierten en creencias religiosas.  Y, como en el caso de los sueños, esto será muy difícil reconocerlo mientras se continúe soñando.