La libertad del espíritu

Una de las más importantes contradicciones que encontramos en los caminos esotéricos, espirituales o religiosos, es la publicidad que se dan como medios liberadores del hombre, cuando en realidad le están privando de su principal libertad: la libertad de elegir.  Las sectas tienen la merecida fama de atrapar a quién cae en sus redes.  La persona que ha sido convencida de que siga la doctrina sectaria, es posteriormente convencida de nuevo para que no la abandone, so pena de caer sobre ella toda la ira divina.

Si hasta ahora me he empeñado en mostrar el mundo espiritual como un mercado no ha sido con la intención de ridiculizar a todo el conglomerado de vías de realización espiritual, sino para dejar bien claro que deberíamos de tener la misma libertad para elegir un tipo de vía de realización espiritual que la que tenemos para elegir los productos de un supermercado.

Los argumentos empleados por los vendedores de productos salvadores para mantener fijos a sus clientes son diversos y adquieren varios matices, desde los terroríficos castigos infernales hasta los más sutiles que te incitan indirectamente a pensar que si abandonas aquella doctrina no te va a ir muy bien.  Hagamos un resumen de estos argumentos porque merece la pena conocerlos.

La condenación del alma es el más conocido, es el duro castigo eterno que le espera a aquel que se atreva a abandonar el camino religioso, será pasto de los demonios y de las llamas del infierno por toda la eternidad.  Esto no es una broma, hay millones de personas siguiendo una doctrina únicamente por el temor que les produce este tipo de amenazas.  Es realmente lamentable que en nuestra era de libertades todavía existan esclavos del terrorismo del espíritu. 

Si la vía en cuestión es de un cariz sanador, la presión para continuar en ella no va a resultar mucho menos brutal, pues quien se atreva a abandonarla sufrirá todo tipo de males en su organismo, sobre todo si al enfermo se le ocurre ir a la competencia de la medicina oficial, allí seguro que terminan por matarlo.

Si es un gurú quien está conduciendo la vida de una persona, habrá de tenerlo de por vida, pues no deberá de olvidar que a pesar de que es el alumno quién busca un maestro, es el maestro quien acaba por encontrar al alumno, y por supuesto que, si es el maestro quien decide el encuentro, habrá de ser él también quién decida el tiempo que han de durar sus enseñanzas, tiempo que suele durar toda la vida, ya que cambiar de gurú es algo que no se lleva en todo Oriente, dicen que le puede sentar muy mal al acólito; demás de que no existe ningún argumento válido para alejarse de su maestro, ya que éste y sus fanáticos seguidores se han preocupado de convencer al incauto de que está bajo la protección de la única encarnación terrestre de la divinidad.

Y, en general, esto se repite con diferentes matices en casi todas las vías de desarrollo espiritual: sus caminos, si no son únicos, resultan al menos indispensables.  Si les prestamos a todos cierta credibilidad, no nos podemos ni imaginar el esfuerzo que una persona ha de realizar para andar todos estos “imprescindibles” caminos para realizarse espiritualmente.  Hará falta tener fe en la reencarnación, pues serán necesarias muchas vidas para cumplir todos los requisitos necesarios para salvarse que cada secta predica.

Hemos de añadir que todos estos argumentos, aunque parezca increíble, no son expuestos de mala fe.  El brutal mensaje fanático, antes de ser transmitido, ya ha convencido a quien lo transmite.  En próximos capítulos estudiaremos como se produce la fe ciega.

En el nivel emocional nos encontraremos otro tipo de dificultades cuando deseemos cambiar de camino espiritual.  Siempre existe un tipo de relación emocional entre los miembros de una secta, entre el maestro y el discípulo, entre el sacerdote y el piadoso practicante, entre el terapeuta esotérico y el paciente, etc.  Y, cuando se ha decidido romper la relación, hay que enfrentarse con problemas sentimentales semejantes a los que se producen en las separaciones matrimoniales.  El grado de la problemática a sufrir está en proporción directa con el tiempo que se lleve de relación y la intensidad afectiva de ésta.  Los desenlaces, como sucede en los divorcios, no suelen resultar muy agradables, despertándose oscuros sentimientos en unos individuos que precisamente han estado estudiando, practicando y anunciando la forma de combatirlos.

Y, ya para concluir esta serie de impedimentos que nos dificultan la libertad de elegir, hablaremos del síndrome de abstinencia que nos espera cuando abandonemos la vía de realización personal que llevemos tiempo practicando.  La adicción es un fenómeno que no debemos de olvidar, pues resulta intrínseco a toda experiencia agradable, y, hemos de reconocerlo, que los individuos que componen las sectas no sólo están ahí por una fe ciega, sino también por una experiencia seductora que sella su convencimiento.  Es un fenómeno similar en muchos casos a la drogadicción, en realidad se trata de una auténtica drogadicción.  La experiencia mística provoca que el cerebro segregue drogas que de forma natural absorbe el organismo.  Dada la complejidad y la importancia de este fenómeno, hablaremos más delante de él.  Ahora solamente anotar que nos encontramos con otra dificultad para adquirir nuestra condición de seres libres en el mundo del espíritu.  La adicción que puede provocar la experiencia esotérico mística es un tipo de embriaguez que nubla el entendimiento y afianza el fanatismo, atentando directamente contra nuestra auténtica libertad espiritual.

Si una persona no es totalmente libre, difícilmente podrá evolucionar espiritualmente.  Repasados todos estos puntos que atentan contra la libertad del individuo, podremos deducir si las decisiones que tomamos en nuestra vida, relacionadas con nuestro nivel espiritual, las tomamos con total libertad o condicionados por los puntos que acabamos de enumerar u otros semejantes a ellos.

Y recordemos que no tomar decisión alguna ya es una decisión.  El no comer nada por temor a envenenarnos puede ser tan perjudicial para nuestra salud como arriesgarnos a comer todo lo que nos echen.  Alimentaremos bien nuestro espíritu cuando seamos expertos en seleccionar libremente el tipo de alimentos que mejor le sienten a nuestra alma.

Ahora nos queda analizar qué tipo de actividad espiritual estamos viviendo, y deducir si en realidad la hemos escogido libremente o ha sido condicionada por los factores expuestos anteriormente.

Puede que pensemos que no resulta necesario tanta pamplina para un bienestar espiritual.  La práctica del virtuosismo en las artes, en las relaciones personales y en la moral ya conceden satisfacciones espirituales.  Si se toma esta postura con pleno convencimiento y libremente, seguro que tendremos un espíritu más libre que quienes estén siguiendo algún camino espiritual con algún tipo de los condicionamientos expuestos anteriormente.

Nuestra sociedad occidental ha mejorado notablemente en la dimensión de la justicia social, pero a las sectas parece que todavía no les ha llegado nuestro flamante régimen de libertades, quizás sea porque es un sistema de enseñanza tan arcaico que todavía no se ha dado por enterado de lo que está sucediendo fuera de su cerrado mundo.  De todas formas, nosotros podemos enseñarles nuestra revolución de libertades: cuando deseemos aprender sobre esos temas que tanto dicen saber y de los que tan poco se nos cuenta en las escuelas, acudamos a ellas eligiéndolas libremente, buscando el conocimiento oculto como lo haríamos dirigiéndonos a cualquier tipo de academia.  Recordando siempre los peligros que hemos comentado, y otros que estudiaremos más adelante, que afectan muy seriamente a nuestra libertad de elección, y, en definitiva, a nuestra libertad de espíritu.

 

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