Las ofertas espirituales
Cuando hayamos alcanzado la suficiente madurez como para prestar oídos sordos a los extremismos que acabamos de comentar, podremos empezar a enterarnos de lo que realmente ofrecen las sectas. Primero necesitaremos realizar una criba de conceptos propagandísticos, pues la desmesurada competencia que se ha creado entre ellas, al aumentar tanto su número en el mercado, ha creado como consecuencia inevitable un aumento de ofertas espirituales de dudosa calidad.
El mercado espiritual está de rebajas: gracias, beneplácitos, indulgencias, iniciaciones, títulos, medallas y salvaciones, se ofrecen cada vez más por menos. Ahora se puede conseguir el perdón divino e infinidad de gracias con sólo seguir ciertas pautas de doctrinas sectarias. Incluso los grandes almacenes de las grandes religiones, para no perder su nivel competitivo, están empezando a rebajar los precios. El ser humano siempre ha necesitado dedicar gran parte de su vida a hacer el bien y a purgar sus culpas para concluir su evolución espiritual, pero, en la actualidad, las cosas están cambiando.
Los creyentes en la reencarnación ―por ejemplo― siempre han asegurado que podemos llegar a necesitar miles de vidas para completar nuestro proceso evolutivo. Sin embargo, actualmente, existen ofertas que te rebajan el cupo de vidas que te quedan por vivir con sólo darte un paseo por una montaña ―sagrada, claro está―, dedicándote de por vida a un gurú, cantando muy a menudo ciertas jaculatorias, haciendo turismo por lugares sagrados, etc. De esta forma uno puede reducir el calvario de su dolorosa evolución en varios miles de años, incluso millones, según ciertas ofertas.
En Occidente se ha hecho muy famosa la teoría oriental del karma. Resumiéndola, dice que toda obra que realicemos engendra intereses si ésta es buena, y deudas si es mala. Es como si fuera una cuenta corriente que nos acompaña a lo largo de todas nuestras vidas, y, cuando hemos ahorrado lo suficiente, podemos dejar de reencarnarnos en este mundo y comprar el billete de entrada al cielo. Pues bien, como la mayoría de nosotros no hemos sido santos, ni lo somos, tenemos bastante karma en números rojos. Pero, no hay porque preocuparse, las sectas, conscientes de los problemas de nuestra economía celestial, nos ofrecen soluciones para sanearla como lo haría cualquier banco o caja de ahorros; solamente hemos de cambiarnos a una de sus sucursales para ser atendidos y conseguir una rentabilidad extraordinaria a nuestras inversiones.
Las modernas ofertas sectarias también nos ofrecen la oportunidad de elegir el cielo al que se quiera ir después de muerto. El tradicional seguro de vida eterna de las viejas religiones occidentales tiene serios competidores. Ahora, por muy poco esfuerzo, muchas sectas o religiones ofrecen sus viajes al más allá con grandes ventajas y con exóticos funerales incluidos. Sólo hay que seguir sus doctrinas por un tiempo relativamente breve para conseguir que te den una ventajosa póliza de seguro de muerte.
Incluso existen agencias que te permiten visitar el cielo antes de morirte, donde aseguran que no hace falta jubilar el cuerpo ni acumular tanta bondad de por vida para gozar en vida del plan de pensiones para el alma. Hay sectas que garantizan la felicidad del alma aquí en la Tierra. En plena vida mundana son capaces de llevarte al cielo con sólo invertir parte de tu tiempo y de tu dinero en ellas. Todo un regalo.
Cuando las líneas aéreas que nos llevan al cielo estaban monopolizadas por las religiones oficiales, sólo existía una tarifa de viajes a elevados precios, y corrías el riesgo, por no haber ahorrado lo suficiente, de quedarte a medio camino, en el purgatorio. Y si a estas dificultades se añadía que el viaje se realizaba después de muerto ―del que nadie regresaba para contarlo―, era de esperar que las avispadas sectas inventaran unos viajes mucho más atractivos. Son los viajes al cielo antes de lo entierren a uno, y a un precio razonable. Viajes que están haciendo furor. Yo los he probado, soy testigo de ellos. Por un módico precio se puede visitar el paraíso sin necesidad de morirse. Es una experiencia gloriosa, puedes sentir una fuerza espiritual que te levanta del suelo y te lleva a un mundo maravilloso, donde la felicidad se vive a raudales; es como si estuvieras de vacaciones celestiales.
Pero, como sucede en las vacaciones, el viaje se acaba; en ocasiones no dura más que lo que dura el cursillo espiritual, tiempo en el que se practican los métodos intensivos de elevación del alma. Y, como suele suceder cuando vuelves de vacaciones, el retorno al trabajo diario se suele hacer muy cuesta arriba, en ocasiones traumático; pues, ya de regreso a tus rutinas, te puedes sorprender irritado, discutiendo con el vecino, por ejemplo; y, de paso, frustrado, preguntándote dónde se fue la paz celestial tan gozosamente vivida los días pasados.
Se están haciendo auténticos esfuerzos para alargar el bienestar vacacional de estos viajes espirituales, pero apenas se está consiguiendo. Algo falla, no sé si será por el bajo precio de los vuelos o porque es muy difícil experimentar por largos períodos el cielo aquí en la Tierra. O quizás sea porque todavía no sabemos mantenernos en equilibrio en las alturas, y acabamos cayéndonos en picado. Por esta razón, siempre hay que tener en cuenta que cuanto más alto subamos, más dolorosa puede ser la caída; y que un accidente espiritual puede dejarnos tan maltrechos como un accidente corporal.